sábado, 18 de febrero de 2012

Imágenes de consumo que se transforman en arte

Con recortes de revistas, fotografias, periódicos o cualquier material impreso se pueden hacer obras de arte, solo tienes que agregarle trabajo y mucha imaginación. Esto es lo que hace el joven escultor Chris Jones (Preston, Inglaterra, 1975), que desde el pasado 15 de febrero expone sus obras en la galería Marc Straus de Nueva York.
Chris Jones crea esculturas que se mueven entre lo fantástico y lo real, construidas con imágenes de revistas, calendarios, enciclopedias, carteles y libros usados ​​que son atractivas, a veces aterradoras, incompletas, pero se muestran exquisitamente detalladas.
Vemos un caballo sin cabeza de tamaño natural y una diligencia; ambos forman la pieza principal de la muestra, siendo su obra más ambiciosa hasta la fecha. Una imagen que es universal y al mismo tiempo muy norteamericana.
La obra se inspira en una fotografía histórica de un carruaje del siglo 19, que recuerda los viajes, el folklore y la historia local de las haciendas de caballos, pero también evoca injusticias de la historia norteamericana. Esta remembranza de una manifestación del pasado aparece en el espacio de la galería como una aparición espectral.

sábado, 11 de febrero de 2012

El mural de Obregón que se está destruyendo

Una pintura al óleo del gran artista colombiano Alejandro Obregón de 130 x 195 cm., de finales de los años 50, puede estar costando entre 400 y 500 millones de pesos. ¿Qué valor pudiera tener, entonces, un gran mural suyo de 9 x 6 metros? Pero sobre todo, que valor patrimonial artístico y cultural pudiera tener para la ciudad de Barranquilla?
Son preguntas que me asaltan cada vez que paso por la carrera 53 con calle 76 y contemplo el mural de la fachada del edificio Mezhari y me doy cuenta que se está destruyendo poco a poco.
Este mural, titulado Tierra, mar y aire, fue realizado por Alejandro Obregón (1920-1992) un año y meses después que pintó el fresco Simbologías de Barranquilla para el Banco Popular en pleno Paseo Bolívar en 1956. Curiosamente ambos murales, este, en técnica de mosaico, y aquel, en fresco, fueron proyectados para estar a la intemperie en la calle y en directo contacto con el público. Todos los barranquilleros de cierta edad conocemos la historia de la destrucción a que fue sometido el mural del Banco Popular por las impertinentes intervenciones de los transeúntes y la recuperación del mismo liderada por el gobernador Gustavo Bell en 1994.
Con distinta y buena suerte ha contado el mosaico de la carrera 53. La razón es evidente: Tierra, mar y aire esta realizado con una técnica muy parecida a los famosos murales del arte Bizantino que poblaron las paredes de gran parte de las iglesias de la Edad Media, técnica conocida como mosaico, que consiste en configurar la composición, no aplicando el color mediante pinceles o brochas sobre el muro, sino yuxtaponiendo y pegando pequeñas laminitas de piedra de cerámica esmaltada (teselas) en determinada disposición. Como cualquier superficie vidriada, este material resiste las inclemencias del clima y soporta con solidez aún los embates de los vándalos.
Sin embargo, nada resiste para siempre y el mural de la 53 empieza a deteriorarse. Varias teselas se han desprendido y si no se emprende un proceso de conservación y restauración pronto se perderá un importantísimo patrimonio artístico de los barranquilleros y de todos los colombianos.
El mural cubre los tres pisos, es decir todos los nueve metros de la altura del edificio y se toma todo el ancho del muro diseñado por el arquitecto. En términos de formato, la obra es básicamente un tríptico, es decir está dividido en tres partes, pero la lectura de las tres piezas es de secuencia vertical y no horizontal como ocurre con frecuencia. La pintura se toma el frente del edificio y sobresale en parte por el intenso cromatismo.
Lo maravilloso de su ubicación es que cualquier barranquillero puede apreciar esta obra libremente en cualquier momento del día. Si le presta atención al título debe leer de abajo hacia arriba, partiendo de la tierra y deteniéndose en el aire. En la composición inferior abundan los rojos y naranjas que se toman todo el centro y más del espacio, acomodándose como dos toros en oposición pero con un tronco común, lo que nos recuerda un tanto la famosa pintura “Loba” de 1943 del primer Jackson Pollock. Firmemente asentados sobre la tierra y rodeados de pastos, los bóvidos  son asediados por bandadas de aves que se recortan contra el cielo geometrizado. Un cóndor  albiceleste se posa sobre el cuerpo del toro mirando al espectador, anticipando la famosa tela Torocóndor de 1960 que reposa en el Museo de Arte Moderno de Barranquilla.
Una gama de azules y verdes se toma la parte central del mosaico, enriquecida por destellos de blanco, para ayudar a la formación de tiburones, mojarras, peces y aves acuáticas que revolotean y contribuyen al gran dinamismo de la composición. Si la comparamos con las otras dos, esta resulta ser la parte más agitada del mural y, a mi juicio, la mejor lograda por calidad pictórica que le aportó el artista.
Las flechas direccionadas a un lado y otro y el fluido amarillo emergen en medio de los grises de la parte superior, para configurar un espacio volátil y establecer un equilibrio con el raudo vuelo de los pájaros. Un sol naranja a la derecha, donde debe estar, se unifica con el ave del mismo color que centraliza la visión.
Al realizar su mosaico, Obregón fue progresiva y minuciosamente armando su mundo pictórico,  juntando las teselas de acuerdo con el color y la forma y estructurando así toda la composición, sin traicionar el dibujo que previamente había concebido. Por supuesto, las teselas debieron estar elaboradas previamente y el artista solo escogió la cantidad apropiada de acuerdo con el tamaño y configuración de la obra.
Toda la obra se estructura en símbolos de la feraz naturaleza del trópico, que aluden a una condición geoestética y a una presencia cultural del Caribe colombiano que  el artista empieza a descifrar en términos plásticos.  Es ese Caribe que Obregón descubrió y recorrió fascinado como cazador de animales salvajes, de “mis bestias” como él lo diría después, pero también como artista impresionado que registraba visualmente lo que posteriormente plasmaría en formas pictóricas sobre soportes que cobran gran significación artística.
Álvaro Medina lo interpreta magistralmente cuando dice en su libro Poéticas Visuales del Caribe Colombiano que la temática que Obregón planteó en este mosaico del edificio Mezrahi “permitió armar también, de modo substancial, un vocabulario riguroso y sencillo que en los años siguientes utilizó en otras composiciones, dándole la ocasión de combinar una serie de signos sobre lo que en adelante volvería”.
Para conocer de viva fuente algunos aspectos de la historia de esta hermosa obra entrevisté a Mair Mezhari Tourgeman, propietario y residente en el edificio donde se encuentra el mural de Obregón. Mezhari es un administrador de empresas nacido en  Barranquilla el 22 de noviembre de 1932.
¿Qué recuerda usted sobre la ejecución del mural por parte de Obregón?
El mural lo pintó Obregón en 1958. Mi padre, Samuel Mezhari, contrato a Obregón para que hiciera una pintura en la fachada del edificio recién construido por el arquitecto Samuel Pance. Obregón aceptó el ofrecimiento y cobró la suma de $15.000.oo, que en esa época era una cifra apreciable. Obregón le dijo a mi padre que él no lo hacía por la plata, sino porque le parecía atractivo hacer la pintura en ese sitio.
¿La técnica que se utilizó para el mural fue escogida por su padre o le dejo libertad al artista para seleccionar la de su interés?
La técnica que escogió el pintor fue el mosaico.  Es una técnica donde el artista tiene que pegar una cantidad de piedritas vitrificadas de colores y son de formas cuadradas. Las piedras vitrificadas de Tierra, mar y aire fueron encargadas a una fábrica en Medellín y son de la línea del cristanac. Eso que dicen que fueron encargadas a Italia es puro cuento, todo los materiales fueron comprados acá. Pintar con esta técnica es un trabajo muy engorroso y lento.
Usted se dio cuenta que trabajar la técnica del mosaico es un proceso lento, ¿cuánto duró Obregón realizando el mural?
Obregón duró como un año haciendo el mural. Algunas veces, yo acompañaba a mi padre a supervisar como iba el trabajo del mural en el taller del artista que quedaba en Puerto Colombia. Para esa época, Alejandro Obregón estaba casado con Sonia Osorio, la folclorista, y vivían en Puerto Colombia. Allí él tenía su taller. Él era una buena persona, muy educado, claro que le gustaba mucho tomar licor. Entonces yo iba con mi padre que se interesaba por el desarrollo de la pintura. En el taller yo veía que Obregón trabajaba pegando las piedritas sobre un papel cortado de una superficie más o menos de 30 x 30 cm. y después traía esos pedazos y los pegaba en la pared acá en Barranquilla. Era muy dispendioso y de mucho cuidado ya que el señor Obregón y mi padre eran muy perfeccionistas; en el trabajo lo acompañaba siempre un maestro de obras que no recuerdo el nombre en el momento.
Es obvio que el propósito de mandar a hacer un mural fue de carácter estético, para engalanar la fachada del edificio, pero ¿hubo alguna motivación adicional?
Sí, este mural lo mando a realizar mi papá con el objetivo de dejarle un recuerdo artístico a la ciudad de Barranquilla en agradecimiento a su hospitalidad. Mi padre provenía de una familia de inmigrantes judíos que echaron raíces en La Arenosa y llegaron hacia el año 1900 en una embarcación que entró por el muelle de Puerto Colombia.
Para esa época Obregón empezaba a ser reconocido y verlo pintar en la calle de seguro que llamaba la atención, ¿qué anécdota curiosa recuerda usted que haya ocurrido mientras Obregón realizaba el mural?
Recuerdo que mucha gente se detenía a ver trabajar al artista. Inclusive, algunas veces llegaba un carro negro, muy lujoso con su chofer, y se detenía muy cerca. Allí permanecía un buen rato. Adentro del carro estaban el papá y la mamá de Obregón, que al parecer les gustaba ver trabajar a su hijo. La familia Obregón era una de las pocas familias pudientes de esa época.
He observado que la obra se está deteriorando, ya se han desprendido muchas teselas, sobre todo en la parte superior, ¿qué acciones se han tomado para la restauración?
El mural lo hemos cuidado mucho, pero ya se le han desprendido algunas piezas y ya ese material no se consigue y en esa época nos lo vendió la Fabrica CORONA S.A.,  Imagínese, ya han pasado más de 52 años y ese mural ha estado a la intemperie. Me gustaría encontrar a algún restaurador que pueda hacer ese trabajo y que no cobre un precio muy alto.
Siendo este mural de Obregón un patrimonio artístico de Barranquilla y de Colombia, las autoridades distritales y el Ministerio de Cultura se han debido interesar en el cuidado de este valor artístico. ¿Ha recibido usted propuestas de restauración?
A la fecha muy a pesar que este mural hace parte del patrimonio de la ciudad y está en la lista de monumentos, los organismos del estado y el gobierno territorial no se interesan por restaurar la obra ni mucho menos he recibido beneficio alguno que motive una inversión particular en la recuperación de esta magna obra, y lo peor de todo es que yo no lo puedo tocar siendo un bien privado de mi propiedad.