miércoles, 14 de noviembre de 2012

Cuando leer sobre estética se vuelve una experiencia estética


En el prefacio de sus Principios de Filosofía recomendaba el filósofo Descartes que su libro debería leerse por primera vez entero como si fuera una novela, sin detenerse, aunque no se entendiera muy bien. Y que él se atrevía a creer que las dificultades de comprensión de los significados de su texto bien podrían solucionarse a la cuarta lectura del libro.
Así, como lo reconoció Descartes, no siempre ha sido fácil leer sobre teorías estéticas en los textos originales de los filósofos. Para muchas personas, que no tienen una especial motivación o la obligación de leerlos, como si la tienen los estudiantes de arte, muchas veces esa lectura se les torna farragosa y termina con languidez en las áridas arenas de lo tedioso. Es entonces cuando se hace necesario un texto didáctico que les ayude a abordar de manera apropiada y sin abrumadora densidad las teorías estéticas, y los retorne, con nuevos bríos, a las fuentes primarias.
El libro Arte y Conocimiento, del profesor Rodolfo Wenger, tiene esa propiedad de ser un texto que le permite al lector introducirse adecuadamente en la lectura de los teóricos de la estética y el arte y lo invita a prepararse para abordar con mayor aliento y profundidad aquellos planteamientos que le sean más atractivos o necesarios.  El lenguaje que utiliza, la estructura del ensayo, el esclarecimiento del núcleo teorético, la sintaxis y léxico accesibles, hacen de este libro una pieza clave para ser consultada en los espacios abiertos de las escuelas de arte y en las bibliotecas de los estudiosos del pensamiento sensible y del mundo de las artes. 
Al mirar la tabla de contenido nos damos cuenta de la intención del autor de establecer una senda particular por la que discurra el pensamiento estético de la modernidad y la postmodernidad. Sin querer abarcarlo todo, Wenger se detiene en los planteamiento que han generado ricos debates en distintos momentos de la historia de las ideas estéticas.
En este libro, su autor comienza analizando las ideas kantianas sobre el juicio estético, con  mesura y equilibrio, pero también con pasión intelectual y gusto estético hasta el punto que termina algunas frases con signos de admiración. Explica características importantes del juicio del gusto y valora los aportes de Kant a la conquista de la autonomía del sujeto, la actitud crítica que todos debemos asumir y la posibilidad de juzgar libremente en el campo del arte.
Realiza un abordaje de la concepción de ilusión y su relación con el arte del filósofo Nietzsche, enfatizando su iluminación metafísica sobre el sentido del ser en su famosa frase: “solo como fenómeno estético está justificada la existencia del mundo”. Enuncia que el arte es un problema filosófico porque concierne a la relación arte-mentira y a la creación de ilusiones, y puntualiza que en el arte la voluntad de poder (ilusión, mentira), que nos permite reducir la realidad cruel, aparece exaltada y magnificada.
Conecta a Nietzsche con Heidegger y Gadamer para exponer los planteamientos de una hermenéutica filosófica y la pregunta por la esencia del arte. El arte es una forma de conocimiento y la comprensión de la obra de arte posibilita confrontarnos con la interpretación como estructura originaria de nuestro ser-en-el mundo, y concluye subrayando el planteamiento heideggeriano de que la esencia del arte es la poesía.
Sigue con Adorno, que reafirma el potencial crítico del arte frente a la sociedad y como, consecuencialmente, la obra de arte auténtica es negatividad y un enigma inconmensurable en un medio social que aspira a lo universal, lo calculable y lo útil.
Prosigue con el filósofo Wittgenstein aclarando que la estética de Wittgenstein no es propiamente una estética, sino una manera de hacer filosofía, una crítica no al arte como tal sino al lenguaje sobre el arte, el cual es un juego de lenguaje más.
Después, el profesor Wenger se interna en la filosofía analítica norteamericana y de la mano de Goodman se pregunta no ¿Qué es el arte? sino ¿Cuándo hay arte? Y enfoca las artes, que son sistemas de simbolización distintos,  como maneras de hacer mundos. Los mundos que construye el arte no son solo mundos ficticios, sino que son al mismo tiempo reales.
Enlaza con Artur Danto explicando su tesis de los indiscernibles y de cómo las obras de arte no pueden definirse en términos estrictamente perceptivos y resalta que para Danto lo que le confiere el estatuto de obra de arte a un objeto es el discurso de razones que constituye el mundo del arte construido institucionalmente, con lo cual defiende un teoría cognitiva del arte y del mundo del arte.
Aterriza en las tesis de Foucault de que el lenguaje y la pintura son irreductibles uno a otra. La visibilidad y la decibilidad son las fuentes principales del saber, y el poder es la fuerza que articula ese saber, es decir, la fuerza que une lo decible con lo visible.
Y termina, el profesor Wenger, exponiendo sucintamente algunos planteamientos sobre la postmodernidad de los filósofos Deleuze, Jameson, Lyotard, Vattimo y Wellmer, y afirmando que la principal característica de la postmodernidad es la deconstrucción de la episteme moderna en la que la razón y su sujeto ­–como detentador de la ‘unidad’ y la ‘totalidad’– vuelan en pedazos y dándole al término episteme el sentido foucaultiano como modo de ser del pensamiento que varía históricamente.
En el mundo actual cada vez más tecnificado –en medio de la ‘estetización difusa’– en el cual trata de imponerse un pensamiento único y globalizado de acuerdo con poderosos intereses económicos, el arte y la estética pueden constituir un ámbito de resistencia creativa, porque con el arte se crean mundos posibles, universos imaginarios que le dan sentido a la existencia. El arte da “visibilidad”, permite ver el mundo con otros ojos, y al verlo con otros ojos posibilita su transformación.
Por último, este es un libro que puede llevar al lector a un recorrido muy sugestivo por momentos culminantes del pensamiento estético occidental. Con un lenguaje que el autor se esfuerza que resulte sencillo, lo que no escapa a lo pedagógico, este texto se hace cómodo, que no fácil, de leer y, por lo mismo, un acucioso lector puede tornar su lectura en una verdadera experiencia estética.