miércoles, 12 de septiembre de 2018

40 años de Alacena con Zapatos de El Sindicato

 


Lo que hoy vemos con alguna regularidad en los salones nacionales y otras exposiciones en el mundo, hace 40 años fue algo excepcional en Colombia. Con 367 zapatos viejos, sucios, malolientes, recogidos de las calles de Barranquilla, clavados a un armario de 7 tablas elaborado por Carlos Restrepo y que utilizaba en su cocina, el grupo experimental El Sindicato obtuvo el primer premio en el XXVII Salón Nacional de Artistas de 1978. Alacena con Zapatos se llamó la obra, una especie de organismo monstruoso, repelente, que fue tomada por muchos como un insulto, una burla, una afrenta al “verdadero” arte nacional.
La obra se expuso primero en el III Salón Regional que ese año se montó en el edificio en obra negra del Teatro Amira De la Rosa de la capital del Atlántico y resultó infamante para el grupo selecto de “conocedores” de arte de la sociedad barranquillera. Solo a algunos estudiantes de arte, seguidores de todas las rupturas, incluyendo la del “Sistema”, la obra nos pareció un golpe de aire fresco y nos deleitamos al mirar los gestos de desaprobación, el ceño fruncido y los movimientos de nariz de las distinguidas damas de la burguesía local. 
Ya en Bogotá, con su fétida estela, la Alacena siguió ultrajando el pensamiento esclerotizado de la mayoría de los bogotanos que asistieron al Salón Nacional a contemplar el buen arte. A muchos no les cabía en la cabeza que “un montón de zapatos viejos” pudiera ser llamado arte. Varios de los encumbrados críticos criollos de la época catalogaron la propuesta como un desatino, siendo señalada hasta por la misma Marta Traba como “una parodia punk”. No así para el jurado internacional del Salón –Waldo Rasmussen, director del Programa Internacional del Museo de Arte Moderno de New York; Aracy Amaral, directora de la Pinacoteca del Estado de Sao Paulo y el artista colombiano Santiago Cárdenas– que con el premio le dio carta de reconocimiento al arte conceptual en Colombia y Alacena con Zapatos pasó revisión del arte joven que se había hecho en el país en los últimos años. 
Para sus creadores, Efraín Arrieta, Ramiro Gómez, Aníbal Tobón, Alberto Del Castillo, Carlos Restrepo y Guillermo Aragón, Alacena con Zapatos fue un acto de rebeldía y una actitud anti-estética ante el arte y la vida, pero especialmente fue una acción llena de sarcasmo y corrosivo humor, ingredientes infalibles de muchas de sus obras, como la que presentaron en otro salón regional titulada El salón dentro del salón, que consistió en un espacio lleno de cuadros donde los seis artistas parodiaban y se burlaban de los gestos y comentaros inanes de los “entendidos” en arte. 
Aunque la idea inicial se planteó procesual, curiosamente, Alacena con Zapatos terminó siendo objetual y la única, de esta naturaleza, de un grupo de artistas pionero en Colombia, que hacía obras efímeras, creaciones colectivas que estaban más dentro del campo de las acciones artísticas (alejadas del happening y del performance y más cercanas al pensamiento Fluxus y a la actitud conceptual), donde la idea se privilegiaba ante el resultado formal perdurable, como lo demuestra el hecho de que al final de las exposiciones de El Sindicato nada material quedaba de las obras, sólo los escasos registros fotográficos y los datos de un catálogo impreso.
Como un suceso afortunado para la misma significación de la obra y que ni siquiera los mismos artistas lo habían contemplado, Alacena con Zapatos no hizo vida museal como los otros premios nacionales y se resistió a pasar el resto de sus días en el mausoleo. Con su progresivo olor nauseabundo inundó la atmósfera límpida del museo y por el terror de que contaminara las otras obras de arte fue retirada y volvió a la realidad de la vida, a las calles sucias de un país lleno de miserias de toda laya, después de haber armado una de las polémicas más encendidas en la historia del arte y la cultura colombiana y de haber redefinido lo que hasta ese momento se concebía como arte.