Una exposición sobre arte efímero se presenta en La Casa Encendida de Madrid. Los organizadores consideran a On & on como la primera muestra de arte efímero en España, una expresión momentánea y fugaz que, bajo una forma muy estética, se consume delante y con el espectador.
La exposición, con la curaduría de Flora Fairbairn y Olivier Varenne, pretende activar la memoria personal de los visitantes y hacer palpable la declinación inevitable de la naturaleza que con el paso del tiempo se transforma.
No se trata de piezas que persiguen fijar una imagen para la posteridad, como lo persiguen otras obras objetuales y más convencionales, sino que pretenden abrir los ojos a la magia del instante, a la poesía del presente, con los cambios y transformaciones que conlleva.
Los curadores enuncian el concepto central de la muestra: “Vivimos en un mundo sometido a un control constante por parte de los medios. Los artistas responden con obras efímeras que, por su naturaleza, no se pueden rastrear «realmente». Usan materiales que tienen una vida limitada o que están en constante evolución. Estas obras tan dispares, diseñadas en algunos casos para un entorno concreto, tienen en común su interés por los estados de cambio. Evolución, disolución, memoria, fragilidad y envejecimiento”.
Cada vez que el visitante se acerque a ver la exposición verá una muestra diferente, nunca será la misma. Lo único que realmente permanece es el cambio, el proceso, la propia transformación.
La forma de conseguir esta evolución en la puesta en público de la obra es utilizando materiales perecederos como chocolate, fruta, seres vivos, hielo o cera; y realizando actos fugaces en los performances que se representan dentro de la muestra.
Las obras de On & on pretenden jugar con los sentidos del espectador para que, de alguna manera, evoquen recuerdos y sensaciones pasadas y lo inviten a participar en la muestra.
Dentro del conjunto de obras podemos observar una habitación bañada de chocolate o velas encendidas derritiéndose mientras dibujan grandes círculos en el suelo (Anya Gallaccio), pájaros emitiendo sonidos a través de cinco guitarras eléctricas y tres bajos (Céleste Boursier Mougenot), un tapete colgante de fresas descomponiéndose sobre un pájaro disecado (Claire Morgan) y flores químicas que paulatinamente invaden un escritorio de oficina (Steiner/Lenzlinger).
También, se observa una vídeo-instalación que muestra cómo la huella de un cuerpo sobre el pavimento se desvanece bajo la lluvia (Andy Goldsworthy), el derretimiento de un bloque de hielo gigante teñido (Kitty Graus), la huella que queda en nuestro recuerdo cuando la obra de arte ha desaparecido (Chiharu Shiota) y la obra ganadora del prestigioso Premio Turner: una habitación en la que la luz se enciende y se apaga (Martin Creed).
En esta última obra, de enfoque minimalista, nada se agrega o se quita del espacio de la galería. Lo único que cambia es la percepción del espectador de la arquitectura y de otros visitantes, el espacio se llena de luz y luego desaparece en la absoluta oscuridad a intervalos de cinco segundos. Al exponer este trabajo en el Premio Turner 2001, Creed desafió las ideas tradicionales de la exhibición artística, en particular, las expectativas del espectador dentro del contexto del museo. La obra invita al visitante a volver a evaluar las normas y convenciones, centrando la atención en la estructura misma de la galería.
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