En el
prefacio de sus Principios de Filosofía
recomendaba el filósofo Descartes que su libro debería leerse por primera vez entero
como si fuera una novela, sin detenerse, aunque no se entendiera muy bien. Y que
él se atrevía a creer que las dificultades de comprensión de los significados
de su texto bien podrían solucionarse a la cuarta lectura del libro.
Así, como lo
reconoció Descartes, no siempre ha sido fácil leer sobre teorías estéticas en
los textos originales de los filósofos. Para muchas personas, que no tienen una
especial motivación o la obligación de leerlos, como si la tienen los
estudiantes de arte, muchas veces esa lectura se les torna farragosa y termina con
languidez en las áridas arenas de lo tedioso. Es entonces cuando se hace necesario
un texto didáctico que les ayude a abordar de manera apropiada y sin abrumadora
densidad las teorías estéticas, y los retorne, con nuevos bríos, a las fuentes
primarias.
El libro Arte
y Conocimiento, del profesor Rodolfo
Wenger, tiene esa propiedad de ser un texto que le permite al lector
introducirse adecuadamente en la lectura de los teóricos de la estética y el
arte y lo invita a prepararse para abordar con mayor aliento y profundidad
aquellos planteamientos que le sean más atractivos o necesarios. El lenguaje que utiliza, la estructura del
ensayo, el esclarecimiento del núcleo teorético, la sintaxis y léxico accesibles,
hacen de este libro una pieza clave para ser consultada en los espacios
abiertos de las escuelas de arte y en las bibliotecas de los estudiosos del
pensamiento sensible y del mundo de las artes.
Al mirar la
tabla de contenido nos damos cuenta de la intención del autor de establecer una
senda particular por la que discurra el pensamiento estético de la modernidad y
la postmodernidad. Sin querer abarcarlo todo, Wenger se detiene en los planteamiento
que han generado ricos debates en distintos momentos de la historia de las
ideas estéticas.
En este
libro, su autor comienza analizando las ideas kantianas sobre el juicio
estético, con mesura y equilibrio, pero
también con pasión intelectual y gusto estético hasta el punto que termina
algunas frases con signos de admiración. Explica características importantes
del juicio del gusto y valora los aportes de Kant a la conquista de la
autonomía del sujeto, la actitud crítica que todos debemos asumir y la
posibilidad de juzgar libremente en el campo del arte.
Realiza un
abordaje de la concepción de ilusión y su relación con el arte del filósofo
Nietzsche, enfatizando su iluminación metafísica sobre el sentido del ser en su
famosa frase: “solo como fenómeno
estético está justificada la existencia del mundo”. Enuncia que el arte es
un problema filosófico porque concierne a la relación arte-mentira y a la
creación de ilusiones, y puntualiza que en el arte la voluntad de poder
(ilusión, mentira), que nos permite reducir la realidad cruel, aparece exaltada
y magnificada.
Conecta a
Nietzsche con Heidegger y Gadamer para exponer los planteamientos de una
hermenéutica filosófica y la pregunta por la esencia del arte. El arte es una
forma de conocimiento y la comprensión de la obra de arte posibilita
confrontarnos con la interpretación como estructura originaria de nuestro
ser-en-el mundo, y concluye subrayando el planteamiento heideggeriano de que la
esencia del arte es la poesía.
Sigue con
Adorno, que reafirma el potencial crítico del arte frente a la sociedad y como,
consecuencialmente, la obra de arte auténtica es negatividad y un enigma inconmensurable
en un medio social que aspira a lo universal, lo calculable y lo útil.
Prosigue con
el filósofo Wittgenstein aclarando que la estética de Wittgenstein no es
propiamente una estética, sino una manera de hacer filosofía, una crítica no al
arte como tal sino al lenguaje sobre el arte, el cual es un juego de lenguaje
más.
Después, el
profesor Wenger se interna en la filosofía analítica norteamericana y de la
mano de Goodman se pregunta no ¿Qué es el arte? sino ¿Cuándo hay arte? Y enfoca
las artes, que son sistemas de simbolización distintos, como maneras de hacer mundos. Los mundos que
construye el arte no son solo mundos ficticios, sino que son al mismo tiempo
reales.
Enlaza con
Artur Danto explicando su tesis de los indiscernibles y de cómo las obras de
arte no pueden definirse en términos estrictamente perceptivos y resalta que
para Danto lo que le confiere el estatuto de obra de arte a un objeto es el
discurso de razones que constituye el mundo del arte construido
institucionalmente, con lo cual defiende un teoría cognitiva del arte y del
mundo del arte.
Aterriza en
las tesis de Foucault de que el lenguaje y la pintura son irreductibles uno a
otra. La visibilidad y la decibilidad son las fuentes principales del saber, y
el poder es la fuerza que articula ese saber, es decir, la fuerza que une lo
decible con lo visible.
Y termina,
el profesor Wenger, exponiendo sucintamente algunos planteamientos sobre la
postmodernidad de los filósofos Deleuze, Jameson, Lyotard, Vattimo y Wellmer, y
afirmando que la principal característica de la postmodernidad es la deconstrucción
de la episteme moderna en la que la
razón y su sujeto –como detentador de la ‘unidad’ y la ‘totalidad’– vuelan en
pedazos y dándole al término episteme
el sentido foucaultiano como modo de ser del pensamiento que varía
históricamente.
En el mundo actual
cada vez más tecnificado –en medio de la ‘estetización difusa’– en el cual
trata de imponerse un pensamiento único y globalizado de acuerdo con poderosos
intereses económicos, el arte y la estética pueden constituir un ámbito de
resistencia creativa, porque con el arte se crean mundos posibles, universos
imaginarios que le dan sentido a la existencia. El arte da “visibilidad”,
permite ver el mundo con otros ojos, y al verlo con otros ojos posibilita su
transformación.
Por último, este es un
libro que puede llevar al lector a un recorrido muy sugestivo por momentos
culminantes del pensamiento estético occidental. Con un lenguaje que el autor
se esfuerza que resulte sencillo, lo que no escapa a lo pedagógico, este texto
se hace cómodo, que no fácil, de leer y, por lo mismo, un acucioso lector puede
tornar su lectura en una verdadera experiencia estética.
No hay comentarios:
Publicar un comentario