Doris Salcedo, nacida en Bogotá en 1958, es hoy por
hoy la artista más destacada en el panorama nacional de las artes visuales y una
de las artistas más importantes en la escena contemporánea internacional. Sus
obras han sido expuestas en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, en
la Tate Modern de Londres, en el Centro Pompidou de París, en el Art Institute
de Chicago y en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en Madrid, entre
otros. Y fue la primera colombiana invitada a una Documenta (2002), el evento
más importante de las artes visuales en el mundo.
Mayoritariamente, la obra de Salcedo gira en torno al
grave problema de la violencia en Colombia y a su devastadora incidencia sobre
la paz y la convivencia de los colombianos. La artista viaja a las zonas más
deprimidas del país y habla con las familias de los asesinados para incorporar
sus testimonios a las esculturas e instalaciones que construye, porque "el
artista no es una persona creativa", sino alguien que "conecta
pensamientos, historias y materiales". Utiliza a menudo muebles en
sus esculturas, eliminando su naturaleza familiar y dándoles un aire de
malestar y horror.
En la colección del Banco de la República reposa una
de sus primeras obras: Sin Título (Imágenes de duelo) de 1988-90, una
instalación icónica conformada por 4 pilas de camisas blancas delicadamente
dobladas, almidonadas con yeso e insertadas en varillas metálicas que se alzan
a diferentes alturas. Esta instalación nos pone a pensar sobre la memoria de
las víctimas anónimas del conflicto armado de Colombia y “recuerda el silencio
y la poética de las acciones implícitas en su elaboración: doblar, apilar,
ordenar, ensartar, entre otras. Rememora un rito privado, el duelo que lleva a
constantes meditaciones sobre el ausente, a pensar lo que ha sido de él; una
lucha interna por aceptar la perdida del otro en un manejo del tiempo que
generalmente se torna extraño”.
Otra de sus creaciones tempranas, Atrabiliarios,
1996, es una instalación mural compuesta de zapatos de mujer metidos en nichos
y cubiertos por una película translúcida hecha con vejiga de vaca.
Pero la obra que empezó a convertirla en la artista
colombiana más notable consistió en 280 sillas que se
descolgaron paulatinamente en la fachada del Palacio de Justicia de Bogotá en
el año 2002. Se trataba de simbolizar la masacre ocurrida allí cuando el grupo
insurgente M19 se tomó y se hizo fuerte en el edificio y el ejército provocó
más de 100 muertes entre magistrados, funcionarios, visitantes y guerrilleros
durante el ataque para recuperar su control, en lo que se ha hecho célebre como
la retoma del Palacio de Justicia.
La primera silla empezó a deslizarse
a las 11.35 de la mañana porque a esa hora mataron a la primera persona.
Después siguieron las 279 restantes con una sincronización muy significativa,
porque el tiempo fue el elemento esencial en la obra que duró sólo 53 horas: el
mismo tiempo que duró la toma. A partir de entonces, Doris Salcedo
dejó de ser una artista convencional, porque “aquella obra abrió la puerta a
otros elementos, como el tiempo, el espacio público y la memoria".
Salcedo alcanzó niveles de popularidad mundial gracias
a su obra Shibboleth, la famosa ‘hendidura’ de 167 metros que creó en
2007 para la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres. Doris salcedo fue la 8ª artista
del mundo y la primera de Latinoamérica en ser invitada a exponer su obra en
esta exclusiva sala. La dramática grieta que rasgaba el
suelo del museo londinense simbolizaba la división en clases y el racismo que
existe en el mundo, “la separación que existe entre la humanidad y la falta de
humanidad”, puntualizó la artista.
En el 2012 expuso en el
Museo Nacional de Artes del siglo XXI en Roma su gran instalación Plegaria Muda, que se componía de más de
cien pares de mesas de madera, una volteada sobre la otra y separadas por una gruesa
capa de tierra, de la cual surgían pequeñas briznas de hierba creciendo a
través de las rendijas entre los tablones de madera de la mesa superior. Plegaria Muda responde a los actos de violencia con una quietud
contemplativa, que no cuenta historias sobre las víctimas individuales, sino en
el silencio da voz a un trauma colectivo que ha causado heridas infectadas a lo
largo de un tejido social.
Esta instalación nos invita a reflexionar sobre las
zonas grises que siempre aparecen en los márgenes oscuros de nuestras
sociedades, las zonas en las que los roles de agresor y la víctima tienden a
fusionarse y que una vida humana más fácilmente puede ser degradada a la nada.
Se deriva de una investigación de tres años de duración en los guetos del
sureste de Los Ángeles, pero también es una respuesta directa a las atrocidades
cometidas por las fuerzas militares colombianas entre los años 2003 y 2009.
En el 2014 se ganó el afamado Premio de
Arte de Hiroshima por su obra A flor de piel, una especie de inmenso tapete rojo oscuro
hecho de miles de pétalos de rosa cosidos unos a otros que formaban un sudario
suave y ondulado. La texturada “piel” instalada en el Museo de Arte Contemporáneo de
la Ciudad de Hiroshima, Japón, no estaba cubriendo un objeto o una
escultura, no había nada debajo de ella. Era eso, solamente una piel que nos
hace pensar y sentir la vulnerabilidad de la vida humana.
A raíz de este premio la teórica cultural neerlandesa Mieke Bal expresó:
“Doris Salcedo trabaja para que no se olvide el horror, y para que tampoco se
abandone la esperanza. ¿Qué mejor
artista le podrían elegir para el Premio de Arte de Hiroshima? No solo por la
belleza consoladora de sus obras, sino por su más profunda empatía con los
muchísimos sobrevivientes de las acciones de violencia que se cometen cada día
en el mundo, y por la manera en que consigue proponer e imponer la importancia
social y política del arte”
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