No es nada fácil
reunir en una exposición de artes visuales a 19 artistas que manifiestan
diferentes motivaciones, diversos campos creativos y multiplicidad de intereses
y propósitos. Tal despliegue quiebra imperiosamente cualquier pretensión de
establecer un sistema encajado de relaciones, nos reta y pudiera lanzarnos a
formatos totalmente abiertos tipo salón o feria de arte.
Sin embargo, atrae mucho la idea de plantear justo lo
contrario a lo que se espera encontrar, lo que va en divergencia con sistemas
de pensamiento extendidos y que terminan convirtiéndose en fórmulas redundantes.
Estereotipos que ya no deberían presentarse en el campo del arte, al manejar
este conceptos esenciales como particularidad, creatividad y novedad, aunque también
revaluados en el pasado vanguardista y con distintos y a veces impugnantes
significados en la declinante y difusa Posmodernidad.
Este grupo de artistas arriban a un encuentro inexcusable
al pertenecer al grupo A del Programa de Profesionalización en Artes Plásticas
de la Universidad del Atlántico en concertación con el Ministerio de Cultura y
sus propuestas surgen del proceso de investigación artística ocurrido durante
los últimos seis meses.
Así las cosas, más que confluencias y concomitancias –lo
que tratamos de encontrar comúnmente en las exposiciones– en esta muestra lo
que podemos percibir son desacuerdos, conflictos y una diversidad de criterios
artísticos y posturas estéticas, muchas de ellas en pugna. Más que encuentros
son desencuentros que coexisten en el estímulo del roce, la mirada urticante y
la desavenencia permanente. Cada cual manifiesta sus vivencias y experiencias y
procura levantar el edificio –o limpiar el campo de malezas– de un discurso
artístico que debe desembocar en unos hitos comunicacionales que permitan la
construcción de un sentido en el espectador.
En medio de la espesura de la selva se logra vislumbrar, sin embargo, unas prácticas artísticas con aspectos colindantes como la indagación por la corporalidad, así sea desde distintos alcores ideológicos y vivenciales. El cuerpo como lugar de experiencia erótica o reflexión sobre el paso del tiempo, como reencuentro y choque performático con modelos ancestrales o como lugar de padecimiento-redención. La reflexión filosófica sobre la existencia y constitución del ser o sobre la conciencia moral de la persona en estos tiempos. También está presente el acercamiento con el tema medioambiental ligado a la dilapidación y destrucción de los recursos naturales o las prácticas atávicas sobre la captura, el sacrificio y consumo animal. Las situaciones socio-políticas de agudos contrastes de ostentación y miseria o las necesidades insatisfechas de las comunidades populares especialmente en la infancia. Sin faltar la crítica a la desvaloración del papel de la mujer en la sociedad, ya por exaltación de sus labores, revisión histórica o la violencia de que es víctima.
Con su instalación
Nidos Invadidos el artista Ángel
Almendrales reflexiona sobre las acciones destructivas de las compañías de minería
ilegal (y legal también) que con el disfraz del progreso buscan el avaro lucro
individual finiquitando el equilibrio ecosistémico de la Sierra Nevada de Santa
Marta. Los elementos de la obra son dicientes: una retroexcavadora asciende
triunfante sobre un tronco del árbol caído. Lo que a primera vista podría verse
como poesía visual con la diminuta presencia del juguete, en la perspectiva
simbólica de la obra se transforma en una visión terrorífica de la realidad de
la explotación violenta de los recursos naturales.
El cuerpo como unidad
multidimensionada es lo que explora Rafael Barón con su obra Quo vadis, pero no enfocado al cuerpo
del otro, sino a su propio cuerpo. Trabajando con el autorretrato y con algunos
elementos simbólicos representativos de vivencias y entorno, el artista examina
su existencia y circunstancias que lo proyectan a una liberación personal o sujetan
a un contexto determinista de hechos incontestables, como el cuerpo de práctica
errante que anhela o llega a aceptar el final del camino o como en esas situaciones
paradojales del cuerpo objeto de martirio o padecimiento, pero también como sujeto
de redención.
Siempre
ha sido motivo de reflexión los lazos que nos atan a la naturaleza y a la
inmensidad del cosmos. Algunas veces nos olvidamos que estamos constituidos de
la misma materia y energía que se anidan en los pluriversos y nos creemos
separados de ellas. Enfatizando en el concepto formal de linealidad, la obra Dualidad de Giselle Borrás pretende
llamarnos la atención sobre estos tópicos a los que no les damos la altura
filosófica que merecen por andar inmersos en el recurrente pensamiento de la
rutina citadina. Somos uno y también el otro, nos enfatiza Borrás. Contra el arraigado
egocentrismo que promueve la sociedad capitalista actual no podemos perder la
conciencia del equilibrio integrador del ser con la totalidad de lo
existente.
En el
mundo actual se activan otras percepciones y otras conmociones que entran a
conformar el caleidoscopio que dinamiza la cultura. Las artistas Shirley
Cabanas y Norellys Jiménez con su obra Dolor
de la comida exploran y estudian el sacrificio del chivo que es una
práctica habitual de la etnia Wayuu de La Guajira. El ovejo, la cabra y el
chivo han constituido elementos centrales de la economía de este pueblo guajiro
a través de su historia. Pero, con otra sensibilidad cultivada y otra mirada
sobre la naturaleza y los animales las artistas cuestionan este rito y muestran
la curva de dolor y sacrificio en torno a las prácticas ancestrales de los
Wayuu, que también se producen generalizadas en nuestra sociedad, con otros
métodos más “civilizados”.
Ligado
a evocaciones de una infancia bucólica y apacible en compañía paterna, Juan Francisco
Cantillo crea una obra minimalista titulada Resistencia,
que nos remite a la faena cotidiana –aunque no desprovista de gran significación–
de muchos pescadores del río Magdalena. La varilla que se curva soporta la
tensión de las fuerzas y el animal ya figurado en las sólidas piedras de río expresa
su brío y fortaleza, pero con la inutilidad del gesto ante la implacable guaya
que jalona el anzuelo. La obra se resuelve por el equilibrio de fuerzas y
resistencias con la lúcida utilización de los nobles materiales que aportan la
virtud del metal y la roca.
En el
vídeo Extramuros-Epílogo, el artista
Fernando Castillejo propicia el encuentro y tensión de dos tipos de cuerpos de
distinta conceptuación: los de su serie erotizada de cuerpos que propician el
encuentro amoroso con el cuerpo social de los barrios marginales de
Barranquilla. La imagen recorre pausadamente la textura de la piel y las formas
colmadas de deseo y se va diluyendo y a la vez reconfigurando en múltiples
escenas –al desnudo– del transcurrir de la cotidianidad en los barrios
marginales del sur y norte de la ciudad, que destapan la precariedad, el
abandono y el caos de la vida extramural, justo de donde provienen aquellos
cuerpos ansiosos.
Mediante
cinco videos Cotidianidad, Tradición, Alegría, Arte y Postmodernidad el artista
Giuliano Cavalli reflexiona sobre su búsqueda y relación con las prácticas
chamánicas que ha mantenido durante muchos años de vida. En esta obra titulada Chamanes Urbanos 3.0, un personaje –el
mismo artista– vestido a la manera de un chamán recorre varios lugares
reveladores de Barranquilla, Bogotá y Nueva York, en evidente intervención y
cuestionamiento a conceptos y modelos de vida urbanos que no por ser tan
apreciados y extendidos se convierten en lo más adecuados para mantener una
comunión integral y armónica con las fuerzas de la naturaleza, guardando el
perfecto equilibrio y sin dejar marcas eternas en nuestra morada planetaria.
La
instalación Cartografía de un desarraigo II del artista Ricardo García Barragán
es una potente metáfora de las situaciones de desarraigo y desplazamiento que
han vivido más de seis millones de colombianos en una guerra que parece llega a
su fin. Varios zapatos verdes suturados e inutilizados con su propio cordón, son
ubicados en la misma dirección y contrastan con el zapato rojo –este de madera–
número 33 que destila un hilo que al llegar al suelo conforma una cartografía
que ya conocemos de nuestra realidad o que quizá apenas empezamos a conocer,
como las verdaderas causas que han generado la violencia y no las que nos han
vendido las declaraciones de los poderosos.
¿Cómo
el tiempo llega a desencadenar un gran poder transformador de la vida? Parece
que fuera la pregunta que deseara instalar la artista Ana María González en la
mente del espectador con su obra Reloj de
arena. Pero no en referencia a ese tiempo habitual de lo cotidiano, sino a un
tiempo inasible per se, pero que se manifiesta en el acontecer de las cosas, en
la evolución ineluctable de la materia o en los cambios paulatinos del cuerpo
con su suerte insalvable de deterioro, pero también de acervo de conocimientos
y riqueza intelectual que se traduce en pensamientos sobre la conciencia del
tiempo y el verdadero sentido del vivir.
En su
obra El silencio de la mujer Wayuu
Ingrid Guillot cavila sobre el transcurrir de la existencia de la mujer
trabajadora de esta reconocida etnia que habita mayoritariamente en la
península de La Guajira. Con una profusión de signos y símbolos, entre los que
se destacan las coloridas y populares borlas, la artista presenta varios
módulos circulares donde repasa con variaciones formales, cromáticas y de
texturas escenas de las labores que realiza la mujer Wayuu, pretendiendo manifestar
la gran categoría y el profundo sentido que el trabajo representa para las
mujeres de esta población guajira.
Diego
Holguín también apela al cuerpo para comunicar su pensamiento sobre la conexión
y parvedad de los conocimientos y prácticas ancestrales con los modos de la
vida contemporánea. En su obra Cosmogonía
presenta el cuerpo palpitante y desnudo de una mujer que ha pintado con una versatilidad
de signos y símbolos de las culturas colombianas originarias, especialmente de
la Tairona. Estrellas de cuatro puntas, la rana, el triángulo, la serpiente y
otros cubren la piel de la nativa que en la expresión performática equilibra su
cuerpo y despliega minuciosos y lentos movimientos que permiten la lectura de
las formas y la apropiación de los significados.
A Jair
Alfonso Maya le preocupan sobre todo los aspectos esenciales de la condición
humana y lo que va atado al corazón de las personas: su sensibilidad,
conocimiento y conciencia moral. Por ello, en su obra Introspección de cristal el artista establece sucesivas capas
transparentes en la que se muestran elementos alusivos al estado de humanidad:
rostro, radiografías de órganos internos, elementos de propulsión, luces y
otros, que ensamblados en tres cajas se presentan superpuestos y enlazando
posibles significados sobre la interiorización como posibilidad para alcanzar
mejores niveles de realización personal.
La
recreación y manipulación de imágenes que viajan por la esfera pública, unidas
a otras que hacen parte del horizonte cultural de Valledupar es el trabajo que
se toma el artista José Aníbal Moya para plantear lo que él llama la estética
del deseo. En su obra Mapas de Cielos, Mapas de la Tierra podemos
percibir la puesta en relación de iconografías como el desnudo femenino, las
estrellas, la fruta tropical y otras que hacen emerger elementos de trascendencia
que van ligados a remembranzas y deseos, y que como mapas establecen una
cartografía de las añoranzas y ensoñaciones en que se ve envuelto el artista.
Recreando
patrones geométricos deudores de la vanguardia, Jesús Orellano se sensibiliza
sobre la problemática de la violencia contra la mujer, tan extendida en el
Caribe colombiano y resto del país. En su obra titulada Feminicidio el artista combina el relieve de madera con la mancha
pictórica para establecer unos particulares planos y ángulos formales que no
sucumben a la abstracción de las formas, pretendiendo inducir al espectador a
pensar en la dominación, el sojuzgamiento y la violencia contra las mujeres
como expresión sociocultural que todavía pervive en medio del atraso educativo
y cultural de nuestra sociedad.
La
obra Relatos de Infancia del artista
Jorge Luis Pacheco parte de una investigación etnográfica de fotografías
antiguas de las costumbres del municipio de Suan, al sur del Departamento del
Atlántico. Analizando las imágenes tomadas por extranjeros de los Cuerpos de
Paz que pulularon por estas tierras en los años 60, el artista se da a la tarea
de encontrar y reunir –después de varias décadas– a los personajes que aparecen
en las fotos, especialmente a niñas trabajadoras en la venta de productos
tradicionales del pueblo como los bollos de yuca, maíz, plátano y otros
productos agrícolas. Bajo el filtro rojo que alerta, observamos la evolución y encuentro
en el tiempo de los personajes y los relatos ricos de anécdotas que conforman
la historia.
Dos
hombres y una mujer seleccionados por Jorge Luis Serrano tienen en común su condición de transexualidad y el artista los
muestra en situaciones que descubren las prácticas alternativas de su elección
y que son poco conocidas por el común de la gente. La obra Trans* se compone de 5 fotografías de tamaño natural de tres
personajes de la comunidad LGBTI de Valledupar, que en su investigación el
artista escoge para problematizar la situación de discriminación y exclusión
social a que se ven sometidas las personas que han optado por tipos de
identificación sexual y género distintas a las tradicionales de hombre y mujer.
Haroldo
Varela siempre ha trabajado con la imagen fotográfica pura, la que capta el
lente y se fija integra en el papel, pero esta vez apela a la contaminación o
mezcla de medios para estructurar una imagen que comunique mejor el drama de contradicción
económica y social de muchas comunidades de la costa Caribe colombiana. Bajo el
título $200
para el dolor de cabeza el artista contrasta elementos de pobreza y riqueza
en la composición de la obra, como metáfora de lo que se aprecia realmente en
muchos lugares turísticos donde de manera casi insultante la fastuosidad cohabita
con la miseria y el abandono social.
La
obra El Porvenir en Soledad de Freddy
Velilla se compone de una serie de fotografías donde el artista pone en
relación personajes de las tiras cómicas con niños pobres del barrio Porvenir
del municipio de Soledad, Atlántico, posibilitando un encuentro intertextual inusitado
que rompe la lógica de la imagen convencional, pero que activa varios elementos
de significación y nos invita a relacionar y reflexionar sobre el presente y
futuro de estos niños sumidos en la miseria y desprovistos de las condiciones
dignas y naturales que debe tener la infancia en cualquier sociedad con mínimos
niveles de civilización.
Exposición realizada en la Galería La Escuela, en el Viejo Prado en Barranquilla, del 19 de enero al 4 de febrero de 2017.
Exposición realizada en la Galería La Escuela, en el Viejo Prado en Barranquilla, del 19 de enero al 4 de febrero de 2017.
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