El IX Carnaval
Internacional de las Artes (2015) se inspira esta vez en la estética que se ha
desarrollado alrededor del picó y para diseñar el afiche del evento fue
encargado el pintor de picós William Gutiérrez o el Maestro William como se le
conoce popularmente.
La pintura picotera
se ha consolidado en la región Caribe con una estética muy definida de formas,
temáticas, cromatismo y plasticidad que le imprimen su sello de identidad específica.
Es una pintura de composiciones recargadas con colores estridentes,
fluorescentes, de virulentos contrastes de matiz y tono. “Así atraen más. Las
pinturas muy sobrias o equilibradas no son llamativas para los dueños de los
picós” me dice William, que accedió a la entrevista bajo los frondosos árboles
de los jardines de la Escuela de Bellas Artes, de donde él egresó en 1986.
Él se ha dedicado
toda su vida a pintar picós y hoy lo invitan a congresos de Diseño Gráfico en Argentina
y Chile, para que diserte sobre el estilo de pintura picotera del Caribe
colombiano, tan original que no se ve en ninguna otra parte del mundo. También
desde Toulouse, Francia y Finlandia lo contratan para que plasme pinturas
picoteras que participan en festivales y ferias artísticas. “Esto es puro arte
popular, que va en contravía de las convenciones académicas”, explica.
Los temas de la
pintura picotera presentan una carga de ingenuidad y alegorías simples. La
sátira y rivalidad con los otros picós están presentes en muchos trabajos. El
dueño siempre quiere que su picó sea el mejor y más potente. El retrato es un tema recurrente, ya sea del
dueño, de un hijo o de un personaje famoso, especialmente cantantes de salsa y
guaracheros como Celia Cruz, Héctor Lavoe, Cheo Feliciano y otros.
Uno de los temas
más solicitados es el de guerreros, rambos y superhéroes fuertemente armados,
que son alegorías del poder y la guerra con la que el dueño alude a la potencia
del sonido de su picó.
O el poderío y terror
se representa mediante una fauna depredadora de leones, tigres y cobras, ubicados
en un paisaje caribeño con palmeras e iluminado con una luz tropical refulgente
que va a tono con el cromatismo exaltado.
Gutiérrez aplica
dos capas de pintura. Una primera con vinilos primarios y la superior con
colores fluorescentes y contrastantes. A diferencia del lienzo convencional, la
tela de picó es bastante porosa y no puede ser tan tupido su tejido porque
después ahogaría el potencia sonora de los parlantes.
En algunos casos,
para reforzar el lado decorativo el cliente exige que a la pintura se le
apliquen brillos y escarchas y últimamente los picós son ornamentados con luces
led, sobre todo para hacerlos más visibles por las noches.
La pintura siempre
va acompañada del título y un slogan o frase de combate que refuerza lo que el
dueño quiere expresar. El Coreano, el tanque de guerra.
El Isleño, el león de la Salsa. El Gran Pijuán, el campeón del mundo. El Rojo, la
cobra de Barranquilla. El Solista, la potencia nuclear. El Sibanicú, el azote africano. El Timbalero, el que arrolla
sin agüero.
Se parte de la idea que impone el dueño del picó. El artista
le ayuda a redondear la composición e introduce algunos elementos
complementarios. Casi siempre hay una figura central, totémica, lo que habitualmente
condiciona a trabajar una composición simétrica. Nunca el artista actúa
libremente y plantea un tema original, por lo que siempre termina siendo una pintura
colaborativa.
El artista es el hacedor, pero los significados de la
pintura mayoritariamente los designa el dueño del picó, que desea verse
representado o identificado con ella. En muchos casos la idea que trae el
picotero ya es una apropiación de ideas de otras personas, convirtiéndose al
final la pintura de picós en un arte de factura colectiva, muy similar a intencionalidades
y procesos que impulsan reconocidos artistas contemporáneos.
Esta práctica pictórica era marginal hace varias décadas y
estuvo por mucho tiempo relegada a algunos sectores del sur de Barranquilla. En
los setentas y ochentas del siglo pasado existían las verbenas en algunos
barrios y las fiestas patronales de los pueblos y un pequeño grupo de picós
satisfacían la demanda. Hoy cada dueño de estadero, bar, cantina y hasta tienda
de barrio quiere tener un picó con una pintura que lo identifique.
Por ello, William dice que en la actualidad lo que hace
falta son pintores ante tanta demanda. “La estética se ha extendido y hasta en
restaurantes y sitios de estrato seis nos contratan para que decoremos con
pintura picotera. Lo curioso es que diseñadores y publicistas universitarios se
están apropiando de la pintura picotera y la están difundiendo en otros
sectores sociales”.
Barriosnuevo afirma que fue Gerson el que inició la
tendencia de pintar picós en Barranquilla, cuyo trabajo para el Gran Pijuán es
uno de los íconos más recordados por los verbeneros de hace cuatro décadas.
Pero, el que consolidó esta estética popular fue Belisario de la Mata que
firmaba como Belimastth, un pintor
empírico de vinilos y esmaltes chillones que a comienzos de los 70s desarrolló
un estilo particular y fue imitado por muchos pintores populares. No solo
pintaba picós, también inundó bares, cantinas y otros negocios del centro y sur
de la ciudad de murales con su sello inconfundible. Hoy solo quedan algunas fotografías
de los Belimastth de aquellos tiempos.
William reconoce que aprendió con un pintor que se firmaba
Alsander, otro de los pioneros de esta tendencia, en una época cuando se trabajaba
con brocha y pincel y vinilos normales, porque después se utilizó el aerógrafo
siendo más rápido y fácil trabajar los degradados de los volúmenes.
Al Maestro William lo consideran hoy en Barranquilla como el
mejor pintor de picós y sus compromisos así lo confirman: No tiene tiempo para aceptar
un contrato más sino hasta varios días después de carnaval. La mayoría de
dueños de picós prefieren su estilo antes que el de otros colegas.
“Como yo estudié en la academia yo tengo una
ventaja técnica con respecto a ellos que son empíricos, pero esa aparente
desventaja les otorga la envidiable facultad de ser más primitivos y más
originales”. De ahí que Gutiérrez muchas veces tenga que pelear contra su
formación académica para no traicionar la espontaneidad y esencia de la pintura
picotera.
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