En el terreno de la biotecnología y salud pública cuando escuchamos términos como crecimiento viral y auto-replica de la entidad invasora, el terror se apodera de nosotros, pero en el campo del arte sucede lo contrario y la reacción estética puede ser de atracción y hasta de fascinación.
Es lo que muchos visitantes han experimentado con la obra Outside itself del artista Federico Díaz, que se presenta en la 54 Bienal de Venecia. Es una instalación interactiva articulada con base en máquinas robóticas, pero diseñadas completamente por manos humanas desde su creación hasta su montaje.
La obra de Díaz, residenciado en Praga, es una instalación site specific que está matemáticamente programada para responder a la interacción con el espectador. La obra aborda la noción de crecimiento viral, y al entrar en contacto con el público se carga de datos, llega a auto-replicarse y transformarse en una forma de vida en sí misma.
En el centro de la sala un rectángulo de luz invita a los espectadores al encuentro mientras, en el otro extremo de la sala, los robots sensibles a la luz monitorean los movimientos, gestos y desplazamiento de los visitantes. Incluso la ropa de los espectadores es captada por potentes sensores ópticos que utilizan la copiosa información para crear un flujo de datos que informa a los robots para que la instalación cambie de forma. Así, miles de esferas negras de 5 cm de diámetro se transforman, recomponen y organizan de acuerdo con los cambios de luz ambiental, cada 12 horas.
Si existe desplazamiento la instalación genera su forma, dándole cardinal importancia a la acción de espectador. Si no hay participación no hay arte.
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