domingo, 21 de diciembre de 2014

Mirar y notar, andar y descubrir

El mundo está lleno de objetos, más o menos interesantes; yo no deseo añadir ninguno más. Prefiero simplemente plantear la existencia de las cosas en términos de tiempo y/o espacio.
Douglas Huebler

A principios de 1968, el artista japonés On Kawara enviaba cada día dos tarjetas postales a otros artistas o a varios amigos. En el reverso, estampado con un sello de caucho, aparecía el mensaje “I got up” (me levanté) y la indicación puntual del lugar, del día y la hora correspondiente. De este modo, Kawara transfería el instante cotidiano de levantarse al centro de un sistema de comunicación particular.
De manera similar, en su obra Presencia al vacío el artista barranquillero Dylan Altamiranda utiliza verbos para denotar acciones cotidianas, de esas que realizamos todos los mortales en el día a día de nuestra existencia. Un sinnúmero de actividades ligadas al trascurrir de la vida, que pudieran considerarse anodinas o trascendentes dependiendo del valor que cada uno le asigne. 
Pero, a diferencia del japonés, a Dylan no le interesan sus propias acciones sino las que realiza el espectador, por ello presenta los verbos en primera persona singular del presente indicativo, obligando al que lee a escucharse internamente y pensar y/o reflexionar sobre la acción aludida. Estos verbos están velados dentro de composiciones acromáticas y el público que mira está destinado a “descubrirlos”.
Al primer golpe de vista se pudiera pensar que la instalación es deudora del arte abstracto, pero ya dentro del espacio expositivo nos percatamos que no es una obra sobre la abstracción, aunque se valga de composiciones geométricas, sino más bien es una ambientación referente a las acciones básicas que puede ejecutar cualquier persona y la significación de las mismas. La obra de este joven artista, egresado del Programa de Artes Plásticas de la Universidad del Atlántico, la podemos interpretar como el arte de describir o de analizar procesos energéticos visualmente no perceptibles.
Lo que en algún momento puede descubrir el espectador es que, mientras piensa en un quehacer que desarrolla cotidianamente, se encuentra moviéndose por el espacio artístico realizando acciones cuya escritura va a encontrar en los intersticios blancos que liberan las composiciones geométricas. Anticipándose a lo que hará el público o sugiriendo lo que podría hacer, el artista se concentra en develar una estética de la percepción y activar juegos de lenguaje motivantes de acciones que más allá de lo imaginado pudiera desplegar el espectador.
Dialogante con algunos planteamientos de Camnitzer y de Meireles, la obra de Altamiranda más que reflexionar sobre el contexto, lo urbano o la naturaleza, como mayoritariamente vemos en los grandes escenarios de las Artes Visuales, transita por avenidas neoconceptuales contemporáneas e insiste en colegir el examen sobre los componentes mentales del arte a la luz de los actualizados procesos de percepción.