domingo, 25 de enero de 2015

La pintura picotera: Arte singular desde el Caribe colombiano

El IX Carnaval Internacional de las Artes (2015) se inspira esta vez en la estética que se ha desarrollado alrededor del picó y para diseñar el afiche del evento fue encargado el pintor de picós William Gutiérrez o el Maestro William como se le conoce popularmente.
La pintura picotera se ha consolidado en la región Caribe con una estética muy definida de formas, temáticas, cromatismo y plasticidad que le imprimen su sello de identidad específica. Es una pintura de composiciones recargadas con colores estridentes, fluorescentes, de virulentos contrastes de matiz y tono. “Así atraen más. Las pinturas muy sobrias o equilibradas no son llamativas para los dueños de los picós” me dice William, que accedió a la entrevista bajo los frondosos árboles de los jardines de la Escuela de Bellas Artes, de donde él egresó en 1986.
Él se ha dedicado toda su vida a pintar picós y hoy lo invitan a congresos de Diseño Gráfico en Argentina y Chile, para que diserte sobre el estilo de pintura picotera del Caribe colombiano, tan original que no se ve en ninguna otra parte del mundo. También desde Toulouse, Francia y Finlandia lo contratan para que plasme pinturas picoteras que participan en festivales y ferias artísticas. “Esto es puro arte popular, que va en contravía de las convenciones académicas”, explica.
Los temas de la pintura picotera presentan una carga de ingenuidad y alegorías simples. La sátira y rivalidad con los otros picós están presentes en muchos trabajos. El dueño siempre quiere que su picó sea el mejor y más potente.  El retrato es un tema recurrente, ya sea del dueño, de un hijo o de un personaje famoso, especialmente cantantes de salsa y guaracheros como Celia Cruz, Héctor Lavoe, Cheo Feliciano y otros.
Uno de los temas más solicitados es el de guerreros, rambos y superhéroes fuertemente armados, que son alegorías del poder y la guerra con la que el dueño alude a la potencia del sonido de su picó.
O el poderío y terror se representa mediante una fauna depredadora de leones, tigres y cobras, ubicados en un paisaje caribeño con palmeras e iluminado con una luz tropical refulgente que va a tono con el cromatismo exaltado.
Gutiérrez aplica dos capas de pintura. Una primera con vinilos primarios y la superior con colores fluorescentes y contrastantes. A diferencia del lienzo convencional, la tela de picó es bastante porosa y no puede ser tan tupido su tejido porque después ahogaría el potencia sonora de los parlantes.
En algunos casos, para reforzar el lado decorativo el cliente exige que a la pintura se le apliquen brillos y escarchas y últimamente los picós son ornamentados con luces led, sobre todo para hacerlos más visibles por las noches.
La pintura siempre va acompañada del título y un slogan o frase de combate que refuerza lo que el dueño quiere expresar. El Coreano, el tanque de guerra. El Isleño, el león de la Salsa. El Gran Pijuán, el campeón del mundo. El Rojo, la cobra de Barranquilla. El Solista, la potencia nuclear. El Sibanicú, el azote africano. El Timbalero, el que arrolla sin agüero.

Se parte de la idea que impone el dueño del picó. El artista le ayuda a redondear la composición e introduce algunos elementos complementarios. Casi siempre hay una figura central, totémica, lo que habitualmente condiciona a trabajar una composición simétrica. Nunca el artista actúa libremente y plantea un tema original, por lo que siempre termina siendo una pintura colaborativa.
El artista es el hacedor, pero los significados de la pintura mayoritariamente los designa el dueño del picó, que desea verse representado o identificado con ella. En muchos casos la idea que trae el picotero ya es una apropiación de ideas de otras personas, convirtiéndose al final la pintura de picós en un arte de factura colectiva, muy similar a intencionalidades y procesos que impulsan reconocidos artistas contemporáneos.
Esta práctica pictórica era marginal hace varias décadas y estuvo por mucho tiempo relegada a algunos sectores del sur de Barranquilla. En los setentas y ochentas del siglo pasado existían las verbenas en algunos barrios y las fiestas patronales de los pueblos y un pequeño grupo de picós satisfacían la demanda. Hoy cada dueño de estadero, bar, cantina y hasta tienda de barrio quiere tener un picó con una pintura que lo identifique.
Por ello, William dice que en la actualidad lo que hace falta son pintores ante tanta demanda. “La estética se ha extendido y hasta en restaurantes y sitios de estrato seis nos contratan para que decoremos con pintura picotera. Lo curioso es que diseñadores y publicistas universitarios se están apropiando de la pintura picotera y la están difundiendo en otros sectores sociales”.
Barriosnuevo afirma que fue Gerson el que inició la tendencia de pintar picós en Barranquilla, cuyo trabajo para el Gran Pijuán es uno de los íconos más recordados por los verbeneros de hace cuatro décadas. Pero, el que consolidó esta estética popular fue Belisario de la Mata que firmaba como Belimastth, un  pintor empírico de vinilos y esmaltes chillones que a comienzos de los 70s desarrolló un estilo particular y fue imitado por muchos pintores populares. No solo pintaba picós, también inundó bares, cantinas y otros negocios del centro y sur de la ciudad de murales con su sello inconfundible. Hoy solo quedan algunas fotografías de los Belimastth de aquellos tiempos.
William reconoce que aprendió con un pintor que se firmaba Alsander, otro de los pioneros de esta tendencia, en una época cuando se trabajaba con brocha y pincel y vinilos normales, porque después se utilizó el aerógrafo siendo más rápido y fácil trabajar los degradados de los volúmenes.
Al Maestro William lo consideran hoy en Barranquilla como el mejor pintor de picós y sus compromisos así lo confirman: No tiene tiempo para aceptar un contrato más sino hasta varios días después de carnaval. La mayoría de dueños de picós prefieren su estilo antes que el de otros colegas.
“Como yo estudié en la academia yo tengo una ventaja técnica con respecto a ellos que son empíricos, pero esa aparente desventaja les otorga la envidiable facultad de ser más primitivos y más originales”. De ahí que Gutiérrez muchas veces tenga que pelear contra su formación académica para no traicionar la espontaneidad y esencia de la pintura picotera.