sábado, 21 de enero de 2017

Pluralidades y conflictos en los bordes de lo diverso

No es nada fácil reunir en una exposición de artes visuales a 19 artistas que manifiestan diferentes motivaciones, diversos campos creativos y multiplicidad de intereses y propósitos. Tal despliegue quiebra imperiosamente cualquier pretensión de establecer un sistema encajado de relaciones, nos reta y pudiera lanzarnos a formatos totalmente abiertos tipo salón o feria de arte.
Sin embargo, atrae mucho la idea de plantear justo lo contrario a lo que se espera encontrar, lo que va en divergencia con sistemas de pensamiento extendidos y que terminan convirtiéndose en fórmulas redundantes. Estereotipos que ya no deberían presentarse en el campo del arte, al manejar este conceptos esenciales como particularidad, creatividad y novedad, aunque también revaluados en el pasado vanguardista y con distintos y a veces impugnantes significados en la declinante y difusa Posmodernidad.
Este grupo de artistas arriban a un encuentro inexcusable al pertenecer al grupo A del Programa de Profesionalización en Artes Plásticas de la Universidad del Atlántico en concertación con el Ministerio de Cultura y sus propuestas surgen del proceso de investigación artística ocurrido durante los últimos seis meses.
Así las cosas, más que confluencias y concomitancias –lo que tratamos de encontrar comúnmente en las exposiciones– en esta muestra lo que podemos percibir son desacuerdos, conflictos y una diversidad de criterios artísticos y posturas estéticas, muchas de ellas en pugna. Más que encuentros son desencuentros que coexisten en el estímulo del roce, la mirada urticante y la desavenencia permanente. Cada cual manifiesta sus vivencias y experiencias y procura levantar el edificio –o limpiar el campo de malezas– de un discurso artístico que debe desembocar en unos hitos comunicacionales que permitan la construcción de un sentido en el espectador.

En medio de la espesura de la selva se logra vislumbrar, sin embargo, unas prácticas artísticas con aspectos colindantes como la indagación por la corporalidad, así sea desde distintos alcores ideológicos y vivenciales. El cuerpo como lugar de experiencia erótica o reflexión sobre el paso del tiempo, como reencuentro y choque performático con modelos ancestrales o como lugar de padecimiento-redención. La reflexión filosófica sobre la existencia y constitución del ser o sobre la conciencia moral de la persona en estos tiempos. También está presente el acercamiento con el tema medioambiental ligado a la dilapidación y destrucción de los recursos naturales o las prácticas atávicas sobre la captura, el sacrificio y consumo animal. Las situaciones socio-políticas de agudos contrastes de ostentación y miseria o las necesidades insatisfechas de las comunidades populares especialmente en la infancia. Sin faltar la crítica a la desvaloración del papel de la mujer en la sociedad, ya por exaltación de sus labores, revisión histórica o la violencia de que es víctima.
Con su instalación Nidos Invadidos el artista Ángel Almendrales reflexiona sobre las acciones destructivas de las compañías de minería ilegal (y legal también) que con el disfraz del progreso buscan el avaro lucro individual finiquitando el equilibrio ecosistémico de la Sierra Nevada de Santa Marta. Los elementos de la obra son dicientes: una retroexcavadora asciende triunfante sobre un tronco del árbol caído. Lo que a primera vista podría verse como poesía visual con la diminuta presencia del juguete, en la perspectiva simbólica de la obra se transforma en una visión terrorífica de la realidad de la explotación violenta de los recursos naturales.
El cuerpo como unidad multidimensionada es lo que explora Rafael Barón con su obra Quo vadis, pero no enfocado al cuerpo del otro, sino a su propio cuerpo. Trabajando con el autorretrato y con algunos elementos simbólicos representativos de vivencias y entorno, el artista examina su existencia y circunstancias que lo proyectan a una liberación personal o sujetan a un contexto determinista de hechos incontestables, como el cuerpo de práctica errante que anhela o llega a aceptar el final del camino o como en esas situaciones paradojales del cuerpo objeto de martirio o padecimiento, pero también como sujeto de redención.
Siempre ha sido motivo de reflexión los lazos que nos atan a la naturaleza y a la inmensidad del cosmos. Algunas veces nos olvidamos que estamos constituidos de la misma materia y energía que se anidan en los pluriversos y nos creemos separados de ellas. Enfatizando en el concepto formal de linealidad, la obra Dualidad de Giselle Borrás pretende llamarnos la atención sobre estos tópicos a los que no les damos la altura filosófica que merecen por andar inmersos en el recurrente pensamiento de la rutina citadina. Somos uno y también el otro, nos enfatiza Borrás. Contra el arraigado egocentrismo que promueve la sociedad capitalista actual no podemos perder la conciencia del equilibrio integrador del ser con la totalidad de lo existente. 
En el mundo actual se activan otras percepciones y otras conmociones que entran a conformar el caleidoscopio que dinamiza la cultura. Las artistas Shirley Cabanas y Norellys Jiménez con su obra Dolor de la comida exploran y estudian el sacrificio del chivo que es una práctica habitual de la etnia Wayuu de La Guajira. El ovejo, la cabra y el chivo han constituido elementos centrales de la economía de este pueblo guajiro a través de su historia. Pero, con otra sensibilidad cultivada y otra mirada sobre la naturaleza y los animales las artistas cuestionan este rito y muestran la curva de dolor y sacrificio en torno a las prácticas ancestrales de los Wayuu, que también se producen generalizadas en nuestra sociedad, con otros métodos más “civilizados”.
Ligado a evocaciones de una infancia bucólica y apacible en compañía paterna, Juan Francisco Cantillo crea una obra minimalista titulada Resistencia, que nos remite a la faena cotidiana –aunque no desprovista de gran significación– de muchos pescadores del río Magdalena. La varilla que se curva soporta la tensión de las fuerzas y el animal ya figurado en las sólidas piedras de río expresa su brío y fortaleza, pero con la inutilidad del gesto ante la implacable guaya que jalona el anzuelo. La obra se resuelve por el equilibrio de fuerzas y resistencias con la lúcida utilización de los nobles materiales que aportan la virtud del metal y la roca.
En el vídeo Extramuros-Epílogo, el artista Fernando Castillejo propicia el encuentro y tensión de dos tipos de cuerpos de distinta conceptuación: los de su serie erotizada de cuerpos que propician el encuentro amoroso con el cuerpo social de los barrios marginales de Barranquilla. La imagen recorre pausadamente la textura de la piel y las formas colmadas de deseo y se va diluyendo y a la vez reconfigurando en múltiples escenas ­–al desnudo­­– del transcurrir de la cotidianidad en los barrios marginales del sur y norte de la ciudad, que destapan la precariedad, el abandono y el caos de la vida extramural, justo de donde provienen aquellos cuerpos ansiosos. 
Mediante cinco videos Cotidianidad, Tradición, Alegría, Arte y Postmodernidad el artista Giuliano Cavalli reflexiona sobre su búsqueda y relación con las prácticas chamánicas que ha mantenido durante muchos años de vida. En esta obra titulada Chamanes Urbanos 3.0, un personaje –el mismo artista– vestido a la manera de un chamán recorre varios lugares reveladores de Barranquilla, Bogotá y Nueva York, en evidente intervención y cuestionamiento a conceptos y modelos de vida urbanos que no por ser tan apreciados y extendidos se convierten en lo más adecuados para mantener una comunión integral y armónica con las fuerzas de la naturaleza, guardando el perfecto equilibrio y sin dejar marcas eternas en nuestra morada planetaria.  
La instalación Cartografía de un desarraigo II del artista Ricardo García Barragán es una potente metáfora de las situaciones de desarraigo y desplazamiento que han vivido más de seis millones de colombianos en una guerra que parece llega a su fin. Varios zapatos verdes suturados e inutilizados con su propio cordón, son ubicados en la misma dirección y contrastan con el zapato rojo –este de madera– número 33 que destila un hilo que al llegar al suelo conforma una cartografía que ya conocemos de nuestra realidad o que quizá apenas empezamos a conocer, como las verdaderas causas que han generado la violencia y no las que nos han vendido las declaraciones de los poderosos.
¿Cómo el tiempo llega a desencadenar un gran poder transformador de la vida? Parece que fuera la pregunta que deseara instalar la artista Ana María González en la mente del espectador con su obra Reloj de arena. Pero no en referencia a ese tiempo habitual de lo cotidiano, sino a un tiempo inasible per se, pero que se manifiesta en el acontecer de las cosas, en la evolución ineluctable de la materia o en los cambios paulatinos del cuerpo con su suerte insalvable de deterioro, pero también de acervo de conocimientos y riqueza intelectual que se traduce en pensamientos sobre la conciencia del tiempo y el verdadero sentido del vivir.
En su obra El silencio de la mujer Wayuu Ingrid Guillot cavila sobre el transcurrir de la existencia de la mujer trabajadora de esta reconocida etnia que habita mayoritariamente en la península de La Guajira. Con una profusión de signos y símbolos, entre los que se destacan las coloridas y populares borlas, la artista presenta varios módulos circulares donde repasa con variaciones formales, cromáticas y de texturas escenas de las labores que realiza la mujer Wayuu, pretendiendo manifestar la gran categoría y el profundo sentido que el trabajo representa para las mujeres de esta población guajira.
Diego Holguín también apela al cuerpo para comunicar su pensamiento sobre la conexión y parvedad de los conocimientos y prácticas ancestrales con los modos de la vida contemporánea. En su obra Cosmogonía presenta el cuerpo palpitante y desnudo de una mujer que ha pintado con una versatilidad de signos y símbolos de las culturas colombianas originarias, especialmente de la Tairona. Estrellas de cuatro puntas, la rana, el triángulo, la serpiente y otros cubren la piel de la nativa que en la expresión performática equilibra su cuerpo y despliega minuciosos y lentos movimientos que permiten la lectura de las formas y la apropiación de los significados.
A Jair Alfonso Maya le preocupan sobre todo los aspectos esenciales de la condición humana y lo que va atado al corazón de las personas: su sensibilidad, conocimiento y conciencia moral. Por ello, en su obra Introspección de cristal el artista establece sucesivas capas transparentes en la que se muestran elementos alusivos al estado de humanidad: rostro, radiografías de órganos internos, elementos de propulsión, luces y otros, que ensamblados en tres cajas se presentan superpuestos y enlazando posibles significados sobre la interiorización como posibilidad para alcanzar mejores niveles de realización personal. 
La recreación y manipulación de imágenes que viajan por la esfera pública, unidas a otras que hacen parte del horizonte cultural de Valledupar es el trabajo que se toma el artista José Aníbal Moya para plantear lo que él llama la estética del deseo. En su obra Mapas de Cielos, Mapas de la Tierra podemos percibir la puesta en relación de iconografías como el desnudo femenino, las estrellas, la fruta tropical y otras que hacen emerger elementos de trascendencia que van ligados a remembranzas y deseos, y que como mapas establecen una cartografía de las añoranzas y ensoñaciones en que se ve envuelto el artista.
Recreando patrones geométricos deudores de la vanguardia, Jesús Orellano se sensibiliza sobre la problemática de la violencia contra la mujer, tan extendida en el Caribe colombiano y resto del país. En su obra titulada Feminicidio el artista combina el relieve de madera con la mancha pictórica para establecer unos particulares planos y ángulos formales que no sucumben a la abstracción de las formas, pretendiendo inducir al espectador a pensar en la dominación, el sojuzgamiento y la violencia contra las mujeres como expresión sociocultural que todavía pervive en medio del atraso educativo y cultural de nuestra sociedad.
La obra Relatos de Infancia del artista Jorge Luis Pacheco parte de una investigación etnográfica de fotografías antiguas de las costumbres del municipio de Suan, al sur del Departamento del Atlántico. Analizando las imágenes tomadas por extranjeros de los Cuerpos de Paz que pulularon por estas tierras en los años 60, el artista se da a la tarea de encontrar y reunir –después de varias décadas– a los personajes que aparecen en las fotos, especialmente a niñas trabajadoras en la venta de productos tradicionales del pueblo como los bollos de yuca, maíz, plátano y otros productos agrícolas. Bajo el filtro rojo que alerta, observamos la evolución y encuentro en el tiempo de los personajes y los relatos ricos de anécdotas que conforman la historia.
Dos hombres y una mujer seleccionados por Jorge Luis Serrano tienen en común su condición de transexualidad y el artista los muestra en situaciones que descubren las prácticas alternativas de su elección y que son poco conocidas por el común de la gente. La obra Trans* se compone de 5 fotografías de tamaño natural de tres personajes de la comunidad LGBTI de Valledupar, que en su investigación el artista escoge para problematizar la situación de discriminación y exclusión social a que se ven sometidas las personas que han optado por tipos de identificación sexual y género distintas a las tradicionales de hombre y mujer.
Haroldo Varela siempre ha trabajado con la imagen fotográfica pura, la que capta el lente y se fija integra en el papel, pero esta vez apela a la contaminación o mezcla de medios para estructurar una imagen que comunique mejor el drama de contradicción económica y social de muchas comunidades de la costa Caribe colombiana. Bajo el título $200 para el dolor de cabeza el artista contrasta elementos de pobreza y riqueza en la composición de la obra, como metáfora de lo que se aprecia realmente en muchos lugares turísticos donde de manera casi insultante la fastuosidad cohabita con la miseria y el abandono social.
La obra El Porvenir en Soledad de Freddy Velilla se compone de una serie de fotografías donde el artista pone en relación personajes de las tiras cómicas con niños pobres del barrio Porvenir del municipio de Soledad, Atlántico, posibilitando un encuentro intertextual inusitado que rompe la lógica de la imagen convencional, pero que activa varios elementos de significación y nos invita a relacionar y reflexionar sobre el presente y futuro de estos niños sumidos en la miseria y desprovistos de las condiciones dignas y naturales que debe tener la infancia en cualquier sociedad con mínimos niveles de civilización.

Exposición realizada en la Galería La Escuela, en el Viejo Prado en Barranquilla, del 19 de enero al 4 de febrero de 2017.