martes, 17 de marzo de 2015

La maldita circunstancia…

En su serie de pinturas, titulada Navegar, la artista cubana Jacqueline Brito construye una gran metáfora visual. Contrasta y combina las imágenes de veleros del siglo XVII con situaciones y juegos semánticos sobre la navegación en  internet y las redes sociales. Las mismas pinturas son como velas por lo que están sujetas a la pared con cuerdas y tensores.
Los íconos históricos son retomados para servir de símbolos de nuevas situaciones. Es un volver atrás poéticamente para acentuar los cambios acelerados y las nuevas situaciones del presente. Aunque alguien podría interpretarlo como la alusión a un síntoma del subdesarrollo: el acceso a las Tics contemporáneas con las velocidades de pasadas épocas.
A pesar de la evidente desventaja gnoseológica que tiene la navegación virtual frente al viaje real, para la artista la primera tiene ventajas sobre la segunda. “Cuando viajas por océanos de información no corres el riesgo de zozobrar y te sientes tranquilo desde la seguridad de tu casa” lo dice con cierto tono socarrón.
Como vemos, Jacqueline entrecruza distintos conceptos de navegación y, afianzando la ironía, mezcla signos divergentes y leva anclas al deseo de navegar y a la necesidad de ampliar el radio de comunicación con el mundo.
Una circunstancia que ha marcado su vida es que ella ha vivido toda su vida en una isla. Y vivir en una isla nos es lo mismo que vivir en el continente. En la isla todo largo camino termina en el mar. “La isla te condiciona geográfica y culturalmente y si la isla está bloqueada el sentimiento de hacinamiento es mayor”,  como se logra advertir en la tela Facebook, donde pequeñas cabezas de cerámica de diferentes fisonomías denotan la diversidad y la apretujada convivencia multicultural. Por ello, a veces brota un recóndito deseo de conjurar “la maldita circunstancia del agua por todas partes” como lo cantó magistralmente el poeta Virgilio Piñera.
De asociaciones, no siempre libres, surgen extrañas imágenes que nos atraen por lo ilógico, pero terriblemente posible, como la ciudad que habita en un inmenso barco a la deriva, suma de edificios que transitan por un mar infinito. La vemos como una desolada ciudad utópica o como la imagen metafórica de transnacionales que navegan libres por el mundo y no tienen territorios o gobiernos a quien rendir cuentas.
“No se logra ver, pero allí suceden cosas, por eso titulé esa pintura Links y le adicioné una serie de textos magnéticos” me cuenta la artista. La mayoría de esos textos son palabras inconclusas, que demandan la unión con otras sílabas para ser terminadas y poder ser comprendidas o quizás, su propia existencia truncada revela el verdadero sentido de lo que acontece.
Los títulos de las obras son suplementos verbales que son tomados de la terminología del mundo digital y es claro que están ahí para que sean como un guiño para el espectador, una llave que abre una puerta o un detonante para provocar la reflexión o el encuentro con campos de sentido.
Como todo artista cubano bien formado, Brito realiza una amplia investigación para la producción de su obra. Algunos de sus referentes van desde los viajes de Ulises a su querida Ítaca hasta las enigmáticas pinturas de las “Aguas territoriales” de su compatriota Luis Martínez Pedro. Y, más cerca de nosotros, le han interesado las obras que se relacionan con la migración y el éxodo, como las singulares e inquietantes barcas del cubano Kcho.
Además de pigmentos, la artista utiliza materiales heteróclitos que involucra en sus composiciones formales. Ella se cuida de que estos materiales le aporten significado a la obra porque ya traen una carga simbólica.
Pero también, al venir de una cultura povera a Jacqueline Brito le gusta tratar con materiales reciclables, esos que se arrojan por inservibles o que ya cumplieron su ciclo de consumo. Esto le obliga a trabajar “artesanalmente” para ajustar, incrustar o ensamblar muy bien los objetos tridimensionales con la superficie pictórica.
Ser una artista cubana no es fácil y Jacqueline se siente como una “sobreviviente, porque tienes que batallar todos los días para lograr objetivos, los materiales escasean, tienes que ser tu propio representante, el mercado que se impone y tienes que ser astuto para que no te timen, sobre todo los extranjeros…”

Ante la nueva situación política que se desprende del reinicio de relaciones diplomáticas de Cuba con los Estados Unidos ella tiene claro que vendrán trasformaciones culturales y los cubanos se abrirán más al mundo global. “Mucha gente quiere expresarse, pero cuidado, uno debe tener raíces firmes, saber lo que tú quieres, que no te seduzcan los cantos de sirenas y que se mantenga la nacionalidad y esos valores patrios, que no fueron impuestos sino consecuencia de un recorrido histórico”.