domingo, 1 de mayo de 2016

Doris Salcedo: Arte enlazado con el duelo

Doris Salcedo, nacida en Bogotá en 1958, es hoy por hoy la artista más destacada en el panorama nacional de las artes visuales y una de las artistas más importantes en la escena contemporánea internacional. Sus obras han sido expuestas en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, en la Tate Modern de Londres, en el Centro Pompidou de París, en el Art Institute de Chicago y en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en Madrid, entre otros. Y fue la primera colombiana invitada a una Documenta (2002), el evento más importante de las artes visuales en el mundo.

Mayoritariamente, la obra de Salcedo gira en torno al grave problema de la violencia en Colombia y a su devastadora incidencia sobre la paz y la convivencia de los colombianos. La artista viaja a las zonas más deprimidas del país y habla con las familias de los asesinados para incorporar sus testimonios a las esculturas e instalaciones que construye, porque "el artista no es una persona creativa", sino alguien que "conecta pensamientos, historias y materiales".  Utiliza a menudo muebles en sus esculturas, eliminando su naturaleza familiar y dándoles un aire de malestar y horror.
En la colección del Banco de la República reposa una de sus primeras obras: Sin Título (Imágenes de duelo) de 1988-90, una instalación icónica conformada por 4 pilas de camisas blancas delicadamente dobladas, almidonadas con yeso e insertadas en varillas metálicas que se alzan a diferentes alturas. Esta instalación nos pone a pensar sobre la memoria de las víctimas anónimas del conflicto armado de Colombia y “recuerda el silencio y la poética de las acciones implícitas en su elaboración: doblar, apilar, ordenar, ensartar, entre otras. Rememora un rito privado, el duelo que lleva a constantes meditaciones sobre el ausente, a pensar lo que ha sido de él; una lucha interna por aceptar la perdida del otro en un manejo del tiempo que generalmente se torna extraño”.

Otra de sus creaciones tempranas, Atrabiliarios, 1996, es una instalación mural compuesta de zapatos de mujer metidos en nichos y cubiertos por una película translúcida hecha con vejiga de vaca.
Pero la obra que empezó a convertirla en la artista colombiana más notable consistió en 280 sillas que se descolgaron paulatinamente en la fachada del Palacio de Justicia de Bogotá en el año 2002. Se trataba de simbolizar la masacre ocurrida allí cuando el grupo insurgente M19 se tomó y se hizo fuerte en el edificio y el ejército provocó más de 100 muertes entre magistrados, funcionarios, visitantes y guerrilleros durante el ataque para recuperar su control, en lo que se ha hecho célebre como la retoma del Palacio de Justicia.

La primera silla empezó a deslizarse a las 11.35 de la mañana porque a esa hora mataron a la primera persona. Después siguieron las 279 restantes con una sincronización muy significativa, porque el tiempo fue el elemento esencial en la obra que duró sólo 53 horas: el mismo tiempo que duró la toma. A partir de entonces, Doris Salcedo dejó de ser una artista convencional, porque “aquella obra abrió la puerta a otros elementos, como el tiempo, el espacio público y la memoria".

Salcedo alcanzó niveles de popularidad mundial gracias a su obra Shibboleth, la famosa ‘hendidura’ de 167 metros que creó en 2007 para la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres. Doris salcedo fue la 8ª artista del mundo y la primera de Latinoamérica en ser invitada a exponer su obra en esta exclusiva sala. La dramática grieta que rasgaba el suelo del museo londinense simbolizaba la división en clases y el racismo que existe en el mundo, “la separación que existe entre la humanidad y la falta de humanidad”, puntualizó la artista.  
En el 2012 expuso en el Museo Nacional de Artes del siglo XXI en Roma su gran instalación Plegaria Muda, que se componía de más de cien pares de mesas de madera, una volteada sobre la otra y separadas por una gruesa capa de tierra, de la cual surgían pequeñas briznas de hierba creciendo a través de las rendijas entre los tablones de madera de la mesa superior. Plegaria Muda responde a los actos de violencia con una quietud contemplativa, que no cuenta historias sobre las víctimas individuales, sino en el silencio da voz a un trauma colectivo que ha causado heridas infectadas a lo largo de un tejido social.

Esta instalación nos invita a reflexionar sobre las zonas grises que siempre aparecen en los márgenes oscuros de nuestras sociedades, las zonas en las que los roles de agresor y la víctima tienden a fusionarse y que una vida humana más fácilmente puede ser degradada a la nada. Se deriva de una investigación de tres años de duración en los guetos del sureste de Los Ángeles, pero también es una respuesta directa a las atrocidades cometidas por las fuerzas militares colombianas entre los años 2003 y 2009.
En el 2014 se ganó el afamado Premio de Arte de Hiroshima por su obra  A flor de piel,  una especie de inmenso tapete rojo oscuro hecho de miles de pétalos de rosa cosidos unos a otros que formaban un sudario suave y ondulado. La texturada “piel” instalada en el Museo de Arte Contemporáneo de la Ciudad de Hiroshima, Japón, no estaba cubriendo un objeto o una escultura, no había nada debajo de ella. Era eso, solamente una piel que nos hace pensar y sentir la vulnerabilidad de la vida humana.

A raíz de este premio la teórica cultural neerlandesa Mieke Bal expresó: “Doris Salcedo trabaja para que no se olvide el horror, y para que tampoco se abandone la esperanza. ¿Qué mejor artista le podrían elegir para el Premio de Arte de Hiroshima? No solo por la belleza consoladora de sus obras, sino por su más profunda empatía con los muchísimos sobrevivientes de las acciones de violencia que se cometen cada día en el mundo, y por la manera en que consigue proponer e imponer la importancia social y política del arte”

Doris Salcedo es conocida por el énfasis en el cuidado por el detalle y el rigor estético en cada una de sus piezas, para poder reflejar de la manera más directa la memoria de lo que pasa a las víctimas de la injusticia. “La fragilidad de la vida debe quedar reflejada con una obra técnicamente perfecta", según sus propias palabras.  Esa vulnerabilidad se hace patente en los materiales que utiliza para componer sus obras, procedentes de víctimas reales en muchos de los casos, y en lo efímero de esas creaciones, que evocan una Latinoamérica cuya historia se edificó con base en los despojos del pillaje colonizador, en "ruinas, no en obeliscos ni arcos de triunfos".