domingo, 7 de agosto de 2011

El arte en diálogo con el enigma y el misterio


Coincidiendo con la conmemoración de los 66 años del bombardeo de Estados Unidos a la ciudad de Hiroshima, en Japón, ayer 6 de agosto se inauguró la cuarta edición de la Trienal de Yokohama, que lleva por título "La hora mágica: ¿Qué parte del mundo podemos conocer? Con la curaduría de la crítica de arte japonesa Akiko Miki, la Trienal   tiene la intención de centrarse en las obras de arte que se refieren a los misterios del mundo y nuestra vida cotidiana, tales cosas como la magia, los poderes, los fenómenos sobrenaturales, la mitología, la leyenda y el animismo.
En el texto curatorial Akiko dice que tiene la sensación de que los avances en la tecnología e información científica, tales como Internet, han hecho que el mundo sea más reconocible de lo que ha sido en el pasado, sin embargo “incluso en nuestro entorno más inmediato sigue habiendo innumerables enigmas, misterios que siguen siendo inexplicables por la ciencia o la razón. Al mismo tiempo, muchas de las cosas que durante mucho tiempo hemos dado por sentado, como los conceptos de tiempo y espacio, están siendo modificados por los mismos avances tecnológicos”.
Algunas de las obras expuestas son:
La instalación Organs (2008) del artista italiano Massimo Bartolini (Cecina, 1962) se muestra como un andamio extraño, hecho de tubos metálicos, como los que cubren las fachadas de los edificios en construcción o restauración. De la “construcción” brotan notas musicales, algunos creen que de los mismos tubos. Los sonidos son producidos mecánicamente por un rodillo de barras cuidadosamente ubicado en la base de la instalación. La obra induce evocaciones de una nostalgia infantil, como la de una caja de música, pero también las formas tubulares recuerdan los tubos de un órgano en conjunción con una musicalidad algo misteriosa y de cierta religiosidad: una variación de John Cage, la línea melódica sencilla que el compositor creó en 1969 como una "imitación barata" del Socrate de Erik Satie, para una pieza de danza de Merce Cunningham. Ver un video de la presentación de la obra el año pasado en Art Basel.
En el video DeadSee (2005) de la artista israelí Sigalit Landau (Jerusalem, 1969) vemos un cable de doscientos cincuenta metros que perfora y sostiene encadenadas 500 patillas, formando una balsa de seis metros en espiral en las aguas saturadas de sal del Mar Muerto. En medio del verdor de esta configuración, aparece la artista flotando desnuda con un brazo extendido hacia un grupo de frutas "heridas", con la pulpa de color rojo intenso. La forma de caracol se despliega gradualmente en una línea verde, dejando ver la superficie del agua y el cuerpo que nada agredido por la saturada solución salina del Mar Muerto. El video fue realizado en agosto de 2004 en el área de Sodoma al sur de Masada.
En la obra Telephone in Maze (2011) de la icónica artista Yoko Ono (Tokyo, 1933) el espectador tiene que recorrer un laberinto de cristal para tomar un teléfono que se encuentra en el centro y hablar con la celebérrima artista. Es una metáfora de la situación japonesa: parece viable por la transparencia de las paredes, pero no es fácil y más de uno puede cosechar estrelladas y golpes con los muros de vidrio.
Con toallas, sábanas, ropa usada y otros elementos cotidianos combinados con pequeñas torres de energía, el artista Takahiro Iwasaki (Hiroshima, 1975) crea visiones de ciudad que nos remiten a la precariedad y la inestabilidad del mundo actual.

La pieza llamada Uno de Wilfredo Prieto (Sancti-Spíritus, Cuba, 1978) es una nítida presentación de la idea de cómo un objeto auténtico enterrado en medio de una pila de sus imitaciones desaparece como tal y la tarea de tratar de distinguir el valor «real» se convierte en un ejercicio inútil.



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