sábado, 27 de noviembre de 2010

Marta Minujín: Mediática y provocadora

El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, Malba – Fundación Costantini, termina su ciclo anual de exposiciones con una retrospectiva de la artista argentina Marta Minujín (1941) con más de 100 obras que se centran en su producción de las décadas del 60, 70 y 80. Curada por Victoria Noorthoorn, la exposición invita al público a adentrarse en las obras y las acciones más y menos conocidas de la artista, realizadas tanto en Buenos Aires como en París y Nueva York, entre otras ciudades.
“El objetivo principal de esta exposición es acercar al público la complejidad, coherencia, y densidad crítica de una obra que conocemos poco; y enfatizar su pertinencia contemporánea”, sostiene la curadora.
El público podrá apreciar las obras de la artista organizadas de manera cronológica, desde sus pinturas de 1959 y sus tempranas obras informales hasta sus proyectos de participación masiva de la década de los 80, pasando por sus ambientaciones multicolores de 1964 y 1965, los trabajos sobre los medios de comunicación de 1966, su experiencia hippie hacia 1968, sus óperas ficcionales de 1972 y sus proyectos de crítica sobre la realidad latinoamericana durante los tardíos años 70.
En la muestra están representadas sus obras más paradigmáticas, como La destrucción (1963), ¡Revuélquese y viva! (1964), La Menesunda (1965), El Batacazo (1965), Simultaneidad en Simultaneidad (1966), Importación-Exportación (1968), Kidnappening (1973), The Soft Gallery (1973), Imago Flowing (1974), La academia del fracaso (1975), Comunicando con tierra (1976), El Obelisco de pan dulce (1979), El Partenón de libros (1983) y Operación Perfume (1987), entre muchas otras.
La curadora desataca de la Minijín esas “facetas relativas a una producción que además de libertad, vorágine, exceso y egocentrismo, se caracteriza también por su método, precisión, rigor, resistencia, generosidad y un fundamental espíritu crítico, todas cualidades que claramente han contribuido a conformar una producción de vanguardia tan variada como compleja.”
La investigación presenta a Minujín en diálogo con su tiempo, con los eventos nacionales e internacionales que se sucedieron en los diversos momentos de su producción y con las comunidades artísticas con las cuales se relacionó, tanto en la Argentina como en el mundo. Da cuenta de la forma en que la siempre provocativa producción de Minujín respondió, desde un primer momento, a una década de continuas transformaciones –los 60-, que vio nacer y desarrollar el nuevo realismo, el Pop, el arte conceptual, el arte de la performance, el happening, el arte de los medios, el videoarte, la psicodelia y el arte de acción y que, a su vez, transitó períodos de dictadura y violencia a nivel nacional y situaciones mundiales tan paradigmáticas como la Guerra.
En 1962, Minujín empieza a trabajar con colchones usados y luego -en el terreno baldío de la impasse Ronsin de París-  realiza La destrucción, 1963, en la que invitó a colegas a intervenir sus obras con cartones y colchones para luego destruirlos y prenderlos fuego. En simultáneo, empieza a crear sus primeros colchones inventados, pintados con colores estridentes sobre tela de colchón y cosidos por sus propias manos.

A fines de la década del 60, la artista explora la intersección del arte con los medios de comunicación masiva, a partir de la teoría de Marshall MacLuhan sobre las mediaciones. En 1966, junto con los artistas Allan Kaprow (EE.UU.) y Wolff Vostell (Alemania) diseñó Three Country Happening, una obra que sucedería en simultáneo en cada una de las respectivas ciudades de origen: Buenos Aires, Nueva York y Berlín. La consigna establecía que cada uno debía crear un happening que los otros habrían de reproducir en el mismo día y horario en sus respectivas ciudades. En Buenos Aires, Minujín propuso y realizó la acción Simultaneidad en simultaneidad, el único de los tres happenings que pudo realizarse, gracias al tesón de Minujín, quien además creó la ficción de la simultaneidad.
En Minuphone, 1967, Minujín presentaba una cabina telefónica similar a las presentes en las calles de Nueva York, que sorprendía a sus visitantes con una serie de efectos especiales aleatorios que convertían la experiencia en algo fuera de lo convencional: “un modelo desalienado”, como lo definía la artista.
Por su parte, Minucode, 1968, fue una “ambientación social” en formato de videoinstalación, presentada en el Center for Inter-American Relations (hoy Americas Society) de Nueva York. Allí podían verse las filmaciones de cuatro cócteles realizados con integrantes de diversos campos profesionales (económico, político, de la moda y artístico), quienes previamente habían respondido a una convocatoria pública efectuada por la artista en varios periódicos norteamericanos.
A comienzos de la década del 70, en un contexto de protestas civiles contra la guerra en Estados Unidos y las noticias sobre la represión de la dictadura militar en Argentina, Marta Minujín realiza en Nueva York, entre otras, dos importantes acciones en las que los performers son los protagonistas: Kidnappening, una combinación ficcional de secuestro y happening, e Imago Flowing, que fusionaba ópera y happening.
De regreso en la Argentina, y en una Latinoamérica mayormente oprimida por sanguinarias  dictaduras, a partir de 1976 Minujín focaliza su mirada sobre la región y elabora un importante conjunto de obras que cuestionan la brutal realidad, mientras reivindican la importancia de los lazos sociales así como la afirmación de la subjetividad. Entre las obras más destacadas de este período se encuentran la dupla Comunicando con tierra y Autogeografía.
Otra obra paradigmática que refiere a la realidad latinoamericana es la que Marta realiza en 1985 con Andy Warhol una vez restaurada la democracia, El pago de la deuda externa con mazorcas de maíz. Durante esta acción, que Minujín lleva a cabo en The Factory, la artista “paga” simbólicamente a Warhol la deuda externa argentina con mazorcas de maíz.
En 1978, Minujín es invitada a participar en la I Bienal Latinoamericana de Arte en el Parque Ibirapuera de Sao Paulo. En tal ocasión, y en sintonía con sus preocupaciones sobre la realidad política, la artista propone horizontalizar el Obelisco de Buenos Aires. “Minujín construyó un obelisco de las mismas dimensiones del Obelisco porteño, recostado y recorrible por dentro. Con este gesto, buscaba ‘desplazar un mito de un país a otro, alterar la ley de gravedad del mundo [transformar] lo vertical en horizontal y producir un estado de conciencia oblicua dentro del símbolo Obelisco. No es difícil de percibir, en este proyecto, la crítica que la artista enunciaba respecto del estado de las cosas vigente en la Argentina de ese momento y, específicamente, respecto del sistema verticalista por excelencia propio del régimen militar”, señala la curadora.
Las obras de participación masiva, en las cuales el arte es concebido como herramienta para el fortalecimiento de los lazos sociales, culminan en la Navidad de 1983, pocos días después de restituida la democracia en la Argentina, con el monumental El Partenón de libros, donde los 20.000 libros que lo recubren (la mayoría de los cuales fueron censurados durante la dictadura militar) son luego distribuidos por Minujín entre bibliotecas públicas y el público presente.
“Con este gesto y el posterior desarme de la obra, Minujín cumplía su objetivo de que la obra ‘vuelva al público’”, explica la curadora Victoria Noorthoorn. Otras dos acciones de participación que Minujín organiza sobre la avenida 9 de Julio son Operación Perfume, 1987 y Rayuelarte, 2009.

2 comentarios:

  1. ´muy buena la idea del obelisco de pan dulce marta minujin es una genia

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  2. Por fin encontré un artículo muy interesante, formidable mujer como todas las argentinas! Mil gracias!

    Veronica

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