En los últimos años existe una tendencia en el arte actual que le da prioridad a lo cotidiano, en contravía de los trascendentales temas de la vida social. Ella ha generado exhibiciones fuera del museo o la galería, en casas verdaderas, donde se han configurado instalaciones u objetos alusivos al hogar o se han recreado estancias que permiten efectos evocadores y autobiográficos. Como núcleo de este mapa íntimo, la cama, icono de una realidad individual y colectiva, constituye el soporte para construir el discurso de la exposición A piel de cama. Miradas sobre un espacio cotidiano, que se inauguró ayer en la sala Parpalló de Valencia, España.
La muestra revisa, a través de las obras de 13 artistas, el contexto de la cama como testigo y mapa íntimo de nuestras historias diarias. La curadora Maite Ibáñez explica que la exposición se integra dentro de un proyecto global concebido a través del discurso entorno a la alcoba, el hogar, la casa, el cuerpo y la cama, como hilo conductor.
Pasamos casi la mitad de nuestra vida en la cama. La fuerte vinculación de ese contexto con la propia esencia del ser humano la convierte en escenario de situaciones tan especiales como el nacimiento y la muerte, el sexo, la enfermedad, los sueños, el miedo, el trabajo o la reflexión.
Las connotaciones pueden ser infinitas, pero el elemento se mantiene ahí ante el cambio de miradas y situaciones. Podríamos considerar que la cama es el único espacio donde habitamos por completo dejando traslucir nuestro estado más natural. Además, en ella comienza y finaliza nuestro ciclo de vida.
Prestigiosos maestros del arte contemporáneo como Antoni Tàpies, Louise Bourgeois, y Gilberto Zorio hacen parte de esta exposición, en compañía de otros más jóvenes como Guillermo Kuitca, Cristina Lucas, entre otros.
La cama se vincula a un sentido de refugio, nos traslada al primer espacio de protección –el útero materno–, pero establecida en un marco físico permite expresar la esencia más pura del ser humano. A piel de cama, Miradas sobre un espacio cotidiano invita, por lo tanto, a volver a observar aquello que parece mil veces observado, para poder reconocer en lo más simple y cotidiano la trascendencia de nuestras historias de vida.
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